dimecres, 29 de juny del 2011

15M y sindicalismo: confluir desde el respeto


Manel García Biel

Mi amigo y maestro sindical José Luis López Bulla ha publicado, en su blog y en Nueva Tribuna, un interesante artículo sobre la relación del movimiento sindical y el del 15 M. A propuesta suya entro a efectuar una serie de apreciaciones y/o consideraciones entorno del tema de su artículo.
En primer lugar, personalmente, siento no compartir el optimismo de José Luis. El afirma que ambos movimientos plantean reivindicaciones objetivamente semejantes y ello comportaría la existencia de una no explicitada unidad de acción. Siento no poder compartir el optimismo de José Luis, a pesar de que ya me gustaría... Desde mi punto de vista quisiera plantear una serie de consideraciones respecto a esta relación.
En primer lugar no se puede dudar de que el movimiento del 15M ha evidenciado la existencia de un síntoma claro de insatisfacción social ante la evolución de la actual crisis y la forma en que se ha abordado políticamente. La gente de Democracia Real Ya! y otros grupos han tenido el don de la oportunidad al hacer aparecer un amplio sentimiento crítico existente en amplias capas sociales. Es un mérito que nadie va a discutirles.
Es evidente también que al margen de los convocantes, una importante porción de la ciudadanía se ha movilizado o como mínimo ha simpatizado con los planteamientos de regeneración política y social que se han planteado por parte del movimiento 15M.
Asimismo el movimiento del 15M ha tenido el acierto de hacer que sus planteamientos hayan sido recogidos de forma amplia también por parte de los medios de comunicación convencionales.
Cabe decir que muchos de sus planteamientos, relativos a la necesidad cambios en la Ley electoral para salir de una democracia avejentada y bipartidista, a la necesidad de que los culpables de la crisis, el sector financiero y la clase política paguen sus responsabilidades, la necesidad de que no vuelvan a ser los de siempre los que carguen con los costos de la misma, etc., han sido temas que no son nuevos en absoluto, que han sido planteados tanto por el movimiento sindical como por opciones minoritarias de la izquierda sin que hayan sido tomadas en cuenta ni por los partidos mayoritarios, ni, y eso es más grave, por los medios de comunicación social.
Hasta aquí creo que coincido con López Bulla. Sin embargo hay aspectos del movimiento del 15M que a mi me preocupan. A pesar de la propia juventud del propio movimiento. La primera cuestión son sus planteamientos de tener verdades absolutas que les llevan a descalificar de forma global a otras formas de actuación o de pensar. Cuando el movimiento 15M descalifica en general y globalmente a los políticos y a la política creo que se equivoca profundamente. Hay políticos y hay política que vienen defendiendo, desde posiciones muy precarias, los mismos planteamientos que ellos ahora parecen haber descubierto. Por eso no creo justa su descalificación y preocupante un cierto sectarismo de quien parece decir “Nosotros somos los únicos que tenemos la razón”.
Más grave me ha parecido la descalificación de entrada del movimiento sindical, que ha sido durante mucho tiempo y prácticamente en solitario el único que ha tenido que hacer frente tanto a la derecha como a las políticas de derecha. Sin olvidar que el objetivo de los sindicatos es defender, lo mejor posible, las condiciones de los trabajadores, pero que no está en sus manos la acción de legislar y gobernar que corresponde a los partidos políticos y a la política.
A título de ejemplo solo querría recordar que en plena apoteosis de la hegemonía de José Mª Aznar, antes de las movilizaciones contra la guerra, el sindicalismo, en plena soledad, le convocó una Huelga General contra “el decretazo” y le dobló la mano. Y que recientemente el 29S el movimiento sindical, contra la mayoría absoluta de la clase política y, vuelvo a destacar por su importancia, de los medios de comunicación convocó con buen resultado una Huelga General contra la Reforma Laboral, y que después ha recogido más de un millón de firmas en una Iniciativa Legislativa Popular para llevar al Parlamento la discusión de nuevo de la Reforma Laboral. En el caso de Catalunya, los sindicatos y movimientos ciudadanos lograron importantes movilizaciones de decenas de miles de personas contra los recortes del Gobierno de la Generalitat.
Quiero con ello decir que me fastidia enormemente ver como se pretende hacer una crítica en la que se pretende institucionalizar a los sindicatos mayoritarios, como si formaran parte de la clase política institucionalizada y que vive al margen de la gente. Por suerte para el movimiento sindical su representatividad sale de los centros de trabajo, y no son sólo las elecciones sindicales, sino que tienen de forma permanente a sus electores a su lado y de forma cotidiana deben dar la cara sobre su actuación.
Duele ver como desde el movimiento del 15M , puede que sólo desde ciertos sectores, pero por parte de quienes aparecen como sus portavoces se hace una critica no sólo asindical sino antisindical. No sólo es su rechazo a mezclarse con el movimiento sindical, pese a que este ha dado su apoyo a sus movilizaciones y muchos de sus militantes han formado el grueso de las movilizaciones. Recientemente algunos sectores del 15M hablan de plantear una Huelga General, al margen de los sindicatos mayoritarios, y yo diría aún más, contra ellos. Jon Aguirre, que decía hablar como portavoz el 15M comento esta posibilidad en la cadena SER y ante la pregunta de si esta convocatoria se haría al margen de los sindicatos mayoritarios contesto de forma clara “Evidentemente”. Posteriormente se han visto planteamientos de buscar la complicidad de algún sindicato minoritario, de esos que José Luis dice que siempre hablan de huelgas generales pero no realizan ninguna, para que les cubriera la convocatoria formal.
Aparte del hecho de que me parece propio del infantilismo izquierdista de siempre el intentar convocar una huelga general desde fuera de las empresas, hay elementos de beligerancia frente al sindicalismo confederal que son preocupantes: El desprecio hacia CCOO y UGT; algunos intentos de agresión a militantes sindicales en Aragón o agresiones a la sede de Barcelona de CCOO, no son elementos que ayuden a preparar una confluencia de unidad de actuación.
Es evidente que a un movimiento joven como es el del 15M le cuesta mantener la homogeneidad e impedir la infiltración de los profesionales de toda la vida, y debemos comprender al movimiento y darle tiempo al tiempo.
Ya me gustaría la confluencia que debería efectuarse a partir del respeto a la autonomía tanto del movimiento 15M como del movimiento sindical. Cuando uno pretende hacer avanzar sus tesis o sus planteamientos lo primero que debe hacer es unir al máximo de posibles aliados, estratégicos y tácticos. Y hasta ahora eso le ha faltado al movimiento del 15M, cuando me refiero a este movimiento hablo de los que lo dirigen o hacen como si lo dirigen, no a la gente que lo ha seguido que creo que está más próxima a los planteamientos que sostengo.
Demonizar a todos los políticos hasta los que de forma minoritaria han venido luchado por los mismos planteamientos que defiende ahora el 15M, demonizar a los sindicatos confederales, creerse los únicos poseedores de la razón capaces de dar bulas o excomulgar a otras organizaciones me parece miope además de sectario.
A pesar de todo, lo que ha logrado el 15M ya es mucho, hacer aflorar socialmente la indignación ante la realidad que nos rodea. Eso ya es muy importante, si logra avanzar en cohesión y alianzas será mucho mejor. Pero de todas formas ya ha hecho una gran contribución a la realidad ciudadana. Querría al efecto realizar un paralelismo con el movimiento contra la guerra de Irak. En su día unas pequeñas organizaciones sociales junto a los sindicatos lograron unas cotas de movilización social de gran impacto incluso a nivel internacional. Sin embargo los protagonistas de las convocatorias contra la guerra no supieron ver que habían acertado a conectar en un momento oportuno con el sentimiento de una gran parte de la ciudadanía, que ese era su valor, pero que la ciudadanía no los seguía a ellos. Tiempo después otras convocatorias efectuadas tuvieron un seguimiento muy minoritario. A pesar de ello las primeras movilizaciones tuvieron su consecuencia y tuvieron mucho que ver con la expulsión del PP del poder. Esperemos que ahora se vaya más allá, pero eso requerirá del 15M madurez, flexibilidad y alianzas con quien persigue objetivos similares.

PUBLICAT A nuevatribuna.es | 28 Junio 2011

dimecres, 22 de juny del 2011

Una democracia secuestrada: consideraciones acerca de la crisis

No nos iremos muy lejos en el tiempo para hablar de lo que ha pasado en este país en otros periodos en los que el pueblo se sintió decepcionado de la clase política y, contrariamente a sus deseos, tuvo que conformarse después con sanguinarios gobiernos militares o corruptos gobiernos oligárquicos. En 1812 –el año que viene se cumplirán dos siglos- España fue uno de los primeros países del mundo en aprobar una constitución liberal, una constitución que nació como respuesta a la invasión francesa pero que también fue hija de la revolución acaecida en ese país veinte años antes y del repudio al absolutismo borbónico. Aún así, aquella norma fundamental reconocía como rey a Fernando VII siempre que mostrase públicamente su acatamiento. Al no haber llegado a ejercer como rey debido a su estancia en Francia bajo el cuidado de Napoleón, en torno a Fernando VII se fue tejiendo una leyenda de bondades que muy pronto él mismo se encargaría de desvanecer con toda contundencia. El 14 de marzo de 1814 regresó a España por Valencia. Requerido por varios diputados a que jurase la Constitución, el rey se negó, apoyándose en las tropas del general Elio para volver a Madrid en olor de multitudes y proclamar de nuevo el absolutismo. Las reformas liberales desaparecieron, se cerraron las universidades y se persiguió brutalmente tanto a los afrancesados como a los diputados de Cádiz. Había llegado “El Deseado”. En 1820, la sublevación de Riego dio pie al Trienio Liberal. En vez de ajusticiar al rey por felón, los revolucionarios le ofrecieron de nuevo la posibilidad de jurar fidelidad a la Constitución, cosa que hizo dejando para la posteridad una de las frases más cínicas de la historia de la infamia: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Mientras los liberales intentaban acabar con el antiguo régimen y poner en pie las primeras piedras del nuevo Estado, Fernando VII, que aparentaba acatar la Constitución, negociaba con la Santa Alianza la invasión de España y la restauración del absolutismo, cosa que consiguió en 1823 con la llegada de los Cien mil hijos de San Luis y la colaboración imprescindible de los absolutistas españoles. Entre 1823 y 1833, España se vestiría de nuevo de sangre y de luto en una de las décadas más terroríficas de su historia. A los absolutistas nunca les ha temblado el pulso.

En 1868, al mando del general Topete y al grito de ¡Viva España con honra!, se sublevaron los marineros de Cádiz, la reina Isabel II tuvo que exiliarse y el poder quedó interinamente en manos de los generales Serrano, Prim y Espartero, quienes buscaron por toda Europa un rey constitucional: Amadeo de Saboya. Su reinado fue corto y en 1873 se proclamaba la I República española. La debilidad de la burguesía española, la contraposición de intereses y, sobre todo, la división entre las fuerzas progresistas y la unanimidad entre las moderadas y reaccionarias, hicieron que la República fracasase dando pie a la Restauración borbónica tras los golpes de Estado de Pavía y Martínez Campos. Nacía así un sistema corrupto por esencia que, ideado por Cánovas del Castillo –“es español el que no puede ser otra cosa”, llegó a decir-, sometió a España al gobierno de la oligarquía caciquil para suicidarse con la dictadura de Primo de Rivera. La proclamación de la II República fue acogida por el pueblo español con un entusiasmo pocas veces visto, pero las fuerzas de la reacción seguían tan intactas como unidas y conservaban el poder de facto: Ejército, policía, iglesia y dinero. Las reformas republicanas, que nada tenían de revolucionario, chocaron desde el primer momento con el rechazo frontal y amenazador de quienes siempre tuvieron el poder. De modo que en agosto de 1932 –quince meses después de la instauración del nuevo régimen-, el general Sanjurjo y un numeroso grupo de mandos y oficiales se sublevaron contra la República. El movimiento fracasó y sus dirigentes fueron condenados a muerte o cadena perpetua. Pudo ser una ocasión para cambiar nuestra historia definitivamente, pero los políticos republicanos se negaron a aplicar con rigor la ley a quienes habían atentado contra ella, dando, otra vez, a ojos de los protagonistas africanistas, una muestra de debilidad que pagaríamos todos con creces. Divididas las izquierdas, con las estructuras reaccionarias de socialización intactas y las otras sin terminar de cuajar, con los militares africanistas envalentonados y la oligarquía dispuesta a todo, en noviembre de 1933, gracias a las prédicas de la iglesia, al restablecimiento de las redes caciquiles de “persuasión”, a la situación económica internacional y a la penetración de los monárquicos en el Partido Radical, triunfó la derecha antirrepublicana. La II República empezó a morir en noviembre de 1933, pero todavía le quedó resuello para protagonizar en solitario tras el golpe de Estado 17 de julio de 1936 una gesta que pocos pueblos pueden presentar: Resistir a la división interior, al ataque de los militares africanistas, de los mercenarios marroquíes, a la Iglesia romana, al nazi-fascismo europeo y a la pasividad de las grandes democracias durante tres años. Después, llegó otro deseado, el más sanguinario, mediocre, inculto y dañino de cuantos nos han gobernado: Conviene no olvidarlo para saber de dónde vienen muchos de los problemas que hoy nos atañen gravemente.

Con la nueva restauración borbónica en la persona de Juan Carlos de Borbón y las turbulencias de la transición, es necesario recordar y reconocer lo que costó sacar entonces las cosas adelante, hubo de acometerse una segunda transición en los años ochenta, tras el golpe de Estado de 1981, la que dejase fuera de juego a las personas y partidos que mostrasen veleidades franquistas o hubiesen participado en gobiernos, instituciones y chanchullos franquistas. No se hizo y volvimos a chocar con la misma piedra. Nos encontramos de nuevo con las fuerzas reaccionarias y de la derecha en general más fuertes que nunca, orgullosas de su pasado y dueñas de nuestro futuro, dominando los medios de comunicación y de socialización y dispuestas a vaciar de contenido la democracia imponiendo los hábitos políticos, sociales y económicos heredados de la dictadura y reduciendo a la mínima expresión el Estado del bienestar, tan reciente entre nosotros. Al mismo tiempo, la izquierda se encuentra desarbolada, primero porque ha perdido la base social que es su razón de ser: Encriptada, sus mensajes ni sus ejemplos calan; en segundo lugar porque hay una crisis mundial que tiene una vertiente española provocada por esa misma derecha –la burbuja inmobiliaria y la paralización del crédito- a la que no se puede responder desde un solo país, cosa que parece no queremos entender la mayoría. Consecuencia de esta situación, es la desafección creciente –otra vez más- de la población ante la clase política y una confusión que en nada nos beneficia y que puede llevarnos por enésima vez del populismo demagógico al neoliberalismo más salvaje.

Para evitar esa situación, es menester tener las cosas lo suficientemente claras y dirigir las protestas hacia el lugar preciso, siendo conscientes de que quienes idearon la burbuja inmobiliaria y desregularon el mercado financiero, o sea los gobiernos de Aznar, Rato, Rajoy y compañía, jamás harán otra política diferente a la que en aquellos tiempos hicieron y que trajeron estos lodos. Hay que saber quiénes causaron la enfermedad para aplicar el tratamiento correcto:

1. Los hábitos corruptos del franquismo que siguen impregnando nuestra economía y, por ende, nuestra democracia: Amiguismo, clientelismo, especulación, cutrerío, clasismo, información privilegiada, amoralidad e impunidad.

2. Wall Street, la City londinense, la política económica impuesta por Ángela Merkel y el esclavismo chino.

3. Los gobiernos ultraconservadores de Aznar –de los que formó parte Rajoy- con su ley del suelo y su permisividad ante la política crediticia disparatada de los bancos.

4. Jaime Caruana, director del Banco de España hasta 2006, y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, director a partir de esa fecha, quienes debieron haber advertido y prohibido a la banca esas prácticas crediticias suicidas.

5. Los bancos y cajas en su totalidad, sus dueños, consejeros y altos ejecutivos, que ofrecieron dinero para especular muy por encima de sus posibilidades y tienen hoy paralizado el crédito debido al enorme stock de suelo y viviendas en su poder, sometiendo a todo el país a su interés particular.

6. Los empresarios que dejaron su actividad habitual para dedicarse a hacerse ricos en cuatro días descapitalizando sus empresas para invertir en el ladrillo.

7. Las nuevas tecnologías que están siendo aplicadas para destruir millones de puestos de trabajo en vez de servir para disminuir la jornada laboral y repartirlo.

8. Los ciudadanos que se endeudaron muy por encima de lo que permitían sus sueldos gracias a la política de créditos fáciles y a la mentalidad de nuevo rico instaurada por el gobierno Aznar, la banca y los medios de comunicación afines.

9. Los grandes especuladores y financieros de un mundo en el que la globalización y el libre movimiento de capitales permiten estafas globales sin coste penal ni monetario alguno.

10. Las instituciones económicas de la Unión Europea y mundiales empeñadas en desarmar el Estado del bienestar, en privatizar todo lo público, en ahogar a los países más endeudados a causa de la gran estafa y en dictar draconianas medidas contra los trabajadores, únicos paganos verdaderos de este gigantesco estropicio.

11. Y, por último, el actual gobierno español que no ha actuado penalmente contra quienes provocaron la crisis ni ha sabido explicarla adecuadamente a los ciudadanos.

Es, a nuestro parecer, contra esas personas, esas instituciones y esos hábitos contra los que hay que actuar y movilizarse, evitando generalizaciones que otorguen a todos iguales responsabilidades, porque además de ser una falacia –el actual gobierno lo ha hecho mal en muchas cosas pero en absoluto tiene que ver con la génesis de la crisis- nos lleva inexorablemente a la demagogia populista y a entregar el poder a los verdaderos causantes de esta situación, lo que aparte de ser una terrible paradoja, supone regresar al pasado y meternos de lleno en la boca del león.


Pedro Luis Angosto

PUBLICAT A nuevatribuna.es / 21 juny 2011

dijous, 16 de juny del 2011

Las ignoradas causas del paro

VICENÇ NAVARRO

Uno de los dogmas neoliberales que se reproducen con más frecuencia en los círculos empresariales y financieros (y ahora –con la reforma aprobada por el Gobierno Zapatero– en los círculos políticos dominantes) es el de atribuir el elevado desempleo en España a supuestas rigideces del mercado de trabajo, consecuencia de un excesivo poder de los sindicatos. Esta postura se promueve en los medios de mayor difusión y se ha convertido en la sabiduría convencional del país. De esta interpretación de las causas del desempleo se concluye que la intervención más eficaz para resolverlo consiste en desregular los mercados laborales, diluyendo el papel de los sindicatos en los convenios colectivos y facilitando el despido de los trabajadores.
Lo que es sorprendente es que esta explicación del elevado desempleo se promueva en los medios de información, cuando la evidencia empírica existente la cuestiona ampliamente. En realidad, tal evidencia forzó a la OCDE (institución neoliberal que promovió esta teoría) a desautorizar su famoso informe Jobs Study Report del año 2004, donde se proponía la desregulación de los mercados de trabajo como la medida más eficaz para reducir el desempleo. En aquel informe se decía que la dificultad en despedir a los trabajadores con contrato fijo (los llamaba los insiders) hacía que los empresarios fuesen reacios a contratar a los que no tenían trabajo (los llamados outsiders).
La evidencia, repito, no avala tal teoría. En primer lugar, no hay que confundir (lo cual ocurre constantemente) la tasa de desempleo con la tasa de crecimiento del desempleo. Son dos indicadores distintos. La primera es elevada, en general, cuando no hay suficientes puestos de trabajo disponibles para la gente que quiere trabajar. Y esto es lo que ha ocurrido desde hace bastante tiempo y explica por qué siempre España, incluso en tiempos de bonanza económica, tiene un elevado desempleo. Y una de las mayores causas de la falta de puestos de trabajo es el escaso desarrollo del sector público y, muy en particular, de los servicios públicos del Estado del bienestar, tales como sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios de ayuda a las personas con dependencia, vivienda social y otros servicios. Si España tuviera el porcentaje de la población adulta que trabaja en tales servicios (hoy es el 9%) que tiene Suecia (25%), tendría más de cinco millones de puestos de trabajo más de los que tiene ahora, cifra que es superior, por cierto, al número de desempleados que tiene ahora España, con lo cual el desempleo no existiría. Tales puestos de trabajo podrían financiarse con los 200.000 millones de euros más de los que recibe el Estado español (tanto central como autonómico y municipal) si este tuviera la política fiscal que tiene Suecia.
El problema, pues, no es económico, sino político, y ello aparece con toda claridad cuando analizamos quién paga impuestos en España. La gran mayoría de impuestos procede de las rentas del trabajo. La población que está en nómina paga, en general, unos impuestos que proporcionalmente son semejantes a los impuestos de sus homólogos en la UE-15, y sólo ligeramente inferiores a los que pagan sus homólogos en Suecia. El trabajador de Seat, por ejemplo, paga en impuestos el 75% de lo que paga el trabajador de Volvo. Quienes no pagan son las rentas superiores. Los ricos y los grupos fácticos (banca y gran patronal) españoles pagan en impuestos sólo el 20% de lo que pagan sus homólogos en Suecia. El enorme poder político y mediático de estos últimos da lugar a las políticas fiscales regresivas que explican, en parte, los bajos ingresos al Estado y la escasa creación de empleo público. Es necesario y urgente aumentar los impuestos y su progresividad creando empleo (y reduciendo el déficit social de España, que tiene el gasto público social por habitante más bajo de la UE-15).
Como decía, la tasa de desempleo es un indicador distinto a la tasa de aumento del desempleo. Los países, junto con España, que han tenido mayor crecimiento del desempleo durante la crisis han sido EEUU e Irlanda. España ha tenido de 2007 a 2009 un crecimiento de 12 puntos en su desempleo; Irlanda de 9,7 puntos y EEUU de 4,7 puntos. Y EEUU e Irlanda son los países que tienen mayor desregulación del mercado de trabajo. En ellos, el empresario puede despedir con toda facilidad y los sindicatos son muy débiles. El único país de la OCDE que ha visto continuar el descenso de su desempleo ha sido Alemania, y ello a pesar de que tuvo uno de los colapsos económicos más marcados de su PIB durante la crisis, el cual cayó en picado un 4,7% (mucho más que EEUU, un 2,7% del PIB, y que España, un 3,7%) como consecuencia de la disminución de sus exportaciones, resultado de la recesión mundial. Y Alemania es uno de los países que tienen los mercados laborales más regulados y unos sindicatos más fuertes. En realidad, la cogestión empresarial, con los trabajadores y sus sindicatos representados en los comités de dirección de las empresas, explica que estas, al ver disminuir las demandas de sus bienes y servicios, hayan escogido reducir el tiempo de trabajo de cada trabajador en lugar de despedirlos. En España, sin embargo, el empresario despide, lo cual no sólo tiene un coste humano y social, sino un coste económico, pues el trabajador a largo plazo pierde conocimientos y facultades que necesitará más tarde para emplearlo de nuevo.
Facilitar el despido en tiempos de recesión aumenta el desempleo, pues el empresario se adapta a la reducción de la demanda disminuyendo su fuerza de trabajo. Esto es lo que está pasando en España. Y las políticas públicas (de clara sensibilidad neoliberal) que se están aprobando por el Estado lo están facilitando.

Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas Universitat Pompeu Fabra


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Toni Baos

diumenge, 12 de juny del 2011

Una izquierda descarriada


Ignacio Ramonet

Uno de los hombres más poderosos del mundo (jefe de la mayor institución financiera del planeta) agrede sexualmente a una de las personas más vulnerables del mundo (modesta inmigrante africana). En su desnuda concisión, esta imagen resume, con la fuerza expresiva de una ilustración de prensa, una de las características medulares de nuestra era: la violencia de las desigualdades.
Lo que hace más patético el caso del ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y líder del ala derecha del Partido Socialista francés, Dominique Strauss-Kahn es que, de confirmarse, su batacazo constituye además una metáfora del actual descalabro moral de la socialdemocracia. Con el agravante de que revela, a la vez, en Francia, las carencias de un sistema mediático cómplice.
Todo ello indigna sobradamente a muchos electores de izquierda en Europa, cada vez más inducidos –como lo mostraron en España las elecciones municipales y autonómicas del pasado 22 de mayo– a adoptar tres formas de rechazo: el abstencionismo radical, el voto a la derecha populista o la protesta indignada en las plazas.
Naturalmente, el ex jefe del FMI y ex candidato socialista a la elección presidencial francesa de 2012, acusado de agresión sexual y de tentativa de violación por la camarera de un hotel de Nueva York el pasado 14 de mayo, goza de presunción de inocencia hasta que la justicia estadounidense se pronuncie. Pero la actitud mostrada, en Francia, por los líderes socialistas y muchos intelectuales “de izquierda” amigos del acusado, precipitándose ante cámaras y micrófonos, para corear inmediatamente una defensa incondicional de Strauss-Kahn, presentándolo como el dañado principal, evocando “complots” y “maquinaciones”, ha sido realmente bochornosa. Ni una palabra tuvieron de solidaridad o de compasión hacia la presunta víctima. Algunos, como el ex ministro socialista de Cultura Jack Lang, en un reflejo machista, no dudaron en restar gravedad a los presuntos hechos declarando que “después de todo, nadie había muerto” (1). Otros, olvidando el sentido mismo de la palabra justicia, se atrevieron a reclamar privilegios y un tratamiento más favorable para su poderoso amigo pues, según ellos, no se trata de “un acusado como cualquier otro” (2).
Tanta desfachatez ha dado la impresión de que, en el seno de las elites políticas francesas, cualquiera que sea el crimen del que se acuse a uno de sus miembros, el colectivo reacciona con un respaldo coligado que más parece una complicidad mafiosa (3). Retrospectivamente, ahora que resurgen del pasado otras acusaciones contra Strauss-Kahn de acoso sexual (4), mucha gente se pregunta por qué los medios de comunicación ocultaron ese rasgo de la personalidad del ex jefe del FMI (5). Por qué los periodistas, que no ignoraban las quejas de otras víctimas de hostigamiento, jamás realizaron una investigación a fondo sobre el tema. Por qué se mantuvo a los electores en la ignorancia y se les presentó a este dirigente como “la gran esperanza de la izquierda” cuando era obvio que su Talón de Aquiles podía en cualquier momento truncar su ascensión.
Desde hacía años, para conquistar la presidencia, Strauss-Kahn había reclutado brigadas de comunicantes de choque. Una de las misiones de éstos consistía en impedir también que la prensa divulgase el lujosísimo estilo de vida del ex jefe del FMI. Se deseaba evitar cualquier inoportuna comparación con la esforzada vida que llevan millones de ciudadanos modestos arrojados al infierno social en parte por las políticas precisamente de esa institución.
Ahora las máscaras caen. El cinismo y la hipocresía surgen con toda su crudeza. Y aunque el comportamiento personal de un hombre no debe prejuzgar la conducta moral de toda su familia política, es evidente que contribuye a preguntarse sobre la decadencia de la socialdemocracia. Tanto más cuando esto se suma a innumerables casos, en su seno, de corrupción económica, y hasta de degeneración política (¡los ex dictadores Ben Ali, de Túnez, y Hosni Mubarak, de Egipto, eran miembros de la Internacional Socialista!).
La conversión masiva al mercado y a la globalización neoliberal, la renuncia a la defensa de los pobres, del Estado de bienestar y del sector público, la nueva alianza con el capital financiero y la banca, han despojado a la socialdemocracia europea de sus principales señas de identidad. Cada día les resulta más difícil a los ciudadanos distinguir entre una política de derechas y otra “de izquierdas”. Ya que ambas responden a las exigencias de los amos financieros del mundo. ¿Acaso la suprema astucia de éstos no consistió en colocar a un “socialista” a la cabeza del FMI con la misión de imponer a sus amigos “socialistas” de Grecia, Portugal y España los implacables planes de ajuste neoliberal? (6)
De ahí el hastío popular. Y la indignación. El repudio de la falsa alternativa electoral entre los dos principales programas, en realidad gemelos. De ahí las sanas protestas en las plazas: “Nuestros sueños no caben en vuestras urnas”. El despertar. El fin de la inacción y de la indiferencia. Y esa exigencia central: “El pueblo quiere el fin del sistema”.

(1) Declaraciones al telediario de las 20h en la cadena pública France 2 el 17 de mayo de 2011.
(2) Bernard-Henri Lévy, “Défense de Dominique Strauss-Kahn” (www.bernard-henri-levy.com/defense-de-dominique-strauss-kahn-18909.html), y Robert Badinter, ex ministro socialista de Justicia de Francia, declaraciones a la radio pública France Inter, 17 de mayo de 2011.
(3) Este colectivo ya dió pruebas de su tremenda eficacia mediática cuando consiguió movilizar en 2009 a la opinión pública francesa y a las autoridades en favor del cineasta polaco-francés Roman Polanski, acusado por la justicia estadounidense de haber drogado y sodomizado, en 1977, a una niña de 13 años.
(4) En particular, la formulada por la escritora y periodista Tristane Banon. Léase: “Tristane Banon, DSK et AgoraVox: retour sur une omertà médiatique”, AgoraVox, 18 de mayo de 2011 (www.agoravox.fr/actualites/medias/article/tristane-banon-dsk-et-agoravox-94196)
(5) En el seno mismo del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn ya había sido protagonista, en 2008, de un escándalo por su relación adulterina con una subordinada, la economista húngara Piroska Nagy.
(6) “Su perfil ‘socialista’ le permitió hacer tragar píldoras amargas a muchos Gobiernos de derecha o izquierda, y explicar a los millones de víctimas de las finanzas internacionales que lo único que tenían que hacer era apretarse el cinturón en espera de tiempos mejores”, Pierre Charasse, “No habrá revolución en el FMI”, La Jornada, México, 22 de mayo de 2011.



LE MONDE DIPLOMATIQUE en español
Editorial del número de juny

divendres, 10 de juny del 2011

Una mirada al 15-M

JOAN COSCUBIELA*


Aunque nos falta distancia para analizar el movimiento del 15-M, todo apunta a que no estamos ante un hecho anecdótico. Hoy se abren algunos interrogantes. Qué aporta este movimiento y hacia dónde puede evolucionar. Consciente de que hay tantas respuestas como miradas, esto es lo que a mí me parece ver.
El 15-M ha mostrado de nuevo la potencialidad de la Red para propiciar la confluencia de diferentes iniciativas y como instrumento organizativo, aunque su expansión ha llegado con la presencia en la calle y la difusión por los medios. Es esta interacción de diferentes formas de comunicación la que ha potenciado fuertes vínculos emocionales y la implicación de gente muy diversa en variadas formas de participación, cooperación y socialización de vivencias. Importante en unos momentos en que la indiferencia, la resignación o el individualismo han atrapado a buena parte de la sociedad, el 15-M ha conseguido abrirse hueco en una agenda comunicativa cada vez más cerrada. Más complejo ha sido evitar el enmarcado que algunos medios han querido dar del movimiento, situándolo como subalterno de las elecciones del 22-M.
Estos días se ha generado un potente imaginario que ha ganado las mentes de muchas personas, rompiendo los estereotipos criminalizadores que desde el poder se han querido dar de los movimientos sociales. Ni marginal, ni apolítico, ni violento. El comportamiento en las acampadas, la respuesta a la intervención policial de Barcelona y la inteligente organización de la convivencia con los aficionados del Barça son muy ilustrativos.
Además de potentes vínculos emocionales, el 15-M aporta reflexiones con fuerte carga ideológica. La democracia sin contrapoderes sociales es débil, y sin democracia económica, no es real. Vínculo emocional e ideología son factores clave para movilizar a la ciudadanía en cualquier ámbito, social o político, como bien sabe la derecha española.
En contra de lo que pretenden sus detractores, el movimiento supone una clara reivindicación de la democracia y la política -en su sentido primigenio- como medios imprescindibles para dar respuesta a un sistema social gobernado por los mercados financieros y unas instituciones políticas impotentes; y al mismo tiempo defiende una manera no clientelar de entender la política y de tratar a la ciudadanía.
En esta línea, el 15-M aporta propuestas de carácter marcadamente regeneracionista, que son reformistas y subversivas al mismo tiempo. La reforma de la ley electoral, la exigencia de una efectiva división de poderes, espacios y formas de participación de las personas no intermediadas por las instituciones, el establecimiento de límites a la propiedad privada para garantizar su función social y el acceso a derechos sociales básicos como la vivienda, son propuestas reformistas y al mismo tiempo profundamente subversivas. El 15-M abre posibilidades a la aparición de un nuevo sujeto social que no puede analizarse con los parámetros propios de las organizaciones sociales estructuradas u otras formas de participación.
Ahora aparecen algunos interrogantes a los que no es fácil responder: cómo dar continuidad al espacio social que se ha generado, cómo evitar los riesgos de dilución con el paso de los días, qué tipo de acciones pueden mantener activo al movimiento y cómo continuar desempeñando un papel de contrapoder social.
Las formas utilizadas, la cultura que comporta sus prácticas participativas, han demostrado su riqueza y potencialidad, que ahora se están poniendo a prueba en los debates sobre cómo evitar los riesgos de deterioro o desfiguración del propio movimiento.
En los próximos días podremos analizar si la indignación se dirige solo a la política o bien sitúa a los poderes económicos entre sus objetivos. Una de las contradicciones de estos tiempos es la elusión de responsabilidades por parte de los poderes económicos, que no se sienten aludidos ni interpelados por lo que está pasando. A diferencia de la política, los mercados no necesitan legitimarse ante la ciudadanía, solo responden ante los accionistas y los inversores y su fuente de legitimidad son los beneficios. Parece como si el conjunto de la sociedad, y en esto el 15-M no ha supuesto ninguna ruptura, hubiera interiorizado que los poderes económicos son irresponsables, en el sentido de que no deben dar explicaciones y tampoco cabe pedírselas.
Algunas voces pretenden medir la utilidad del 15-M por las reivindicaciones que consiga a corto plazo, pero todo apunta a que los impulsores del movimiento afrontan el proceso con mentalidad de corredor de fondo, posiblemente porque saben que el cortoplacismo es uno de los cánceres de nuestra sociedad y de la política institucional.
Pero no cabe menospreciar lo que supondría para su consolidación como sujeto social que algunas de sus propuestas encontraran vías de avance. Esto depende de cómo evolucione el movimiento generado a partir del 15-M y las complicidades que puedan establecerse con otras organizaciones de prácticas y culturas distintas, pero los mismos objetivos. También cabe pensar que la única función posible es la de ofrecer un espacio para que la ciudadanía actúe como contrapoder social, y que desde fuera y desde dentro del movimiento no se puede pretender nada más.
*Joan Coscubiela es investigador del seminario Comunicación y Sociedad Civil de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC).

PUBLICAT A EL PAÍS DE 09.06.2011