Asistimos a una
crisis mucho más profunda que la crisis financiera. Es la crisis de un modelo
de desarrollo ambientalmente insostenible, de un modelo económico socialmente
injusto y de un modelo político en el que los partidos gobernantes, supeditados
a los poderes económicos, han pervertido la esencia de la política y de la
democracia -que, no olvidemos, significa gobierno del pueblo- cambiando el
gobierno de la ciudadanía por el de los mercados financieros. Tenemos la
convicción de la necesidad de una renovación radical de la política, en España
y en el mundo, para regenerar la democracia y hacer que la economía esté al
servicio de las personas de acuerdo con las necesidades reales de la sociedad y
los límites de la biosfera. Estamos en ello.
Compartimos la
visión de quienes consideran que la izquierda ahora gobernante tiene un
problema mucho más grave que el del avance electoral de la derecha, que es su
falta de horizonte y su incapacidad de imaginar otra receta que la de aceptar
las presiones antisociales y degradar los derechos públicos y las condiciones
laborales. A su vez, hoy no basta con las opciones tradicionales a su izquierda
que no solo no han llegado a recoger el voto ofendido sino que han envejecido
como alternativa. Si queremos ir más allá, no solo queremos detener a la
derecha, sino también cambiar la izquierda.
Porque las
respuestas del siglo pasado no sirven para el siglo XXI y porque a los ideales
solidarios hay que sumar nuevos valores: la equidad entendida como igualdad de
oportunidades y protección social; el ahorro, la mesura y la eficiencia en el
uso de los recursos; la responsabilidad para con las personas y la sociedad, con
los animales y con las generaciones futuras; el equilibrio en las relaciones
con la naturaleza; la independencia de las instituciones públicas respecto a
los poderes económicos; la gestión transparente, honesta y eficiente de lo
público al servicio de la ciudadanía, la democracia participativa y
deliberativa; el pacifismo activo... para abrir caminos hacia otro proyecto
realista de sociedad y de civilización en el que sea posible la convivencia
pacífica y el bienestar humano para toda la población, ajustando el desarrollo
a los límites físicos y biológicos del planeta, en un mundo que, aunque no
perfecto, sea viable para todos y más justo.
Estos valores,
sobre los cuales debería ser posible encontrar en la sociedad un amplio
entendimiento -más allá de las percepciones ideológicas tradicionales-,
deberían configurar una línea de salida concreta a la crisis económica actual,
que no solo ha provocado ya cinco millones de desempleados en nuestro país y
200 millones en todo el mundo, sino que amenaza con desmantelar el Estado de
bienestar, los derechos laborales y la protección social en Europa y con
arruinar las perspectivas de una globalización equitativa a escala mundial.
Esa salida es
posible: hay otras alternativas más justas y eficientes para superar la crisis.
Alternativas como incrementar los ingresos con una adecuada fiscalidad dirigida
a los que más ganan, más tienen y más contaminan; modulando la reducción del
gasto reduciéndolo de las subvenciones a las actividades contaminantes, de las
inversiones en infraestructuras ruinosas -AVE sin pasajeros, aeropuertos sin
aviones, autopistas solitarias-, de los gastos militares y eclesiales,
etcétera... en vez de quitárselo a los pensionistas o a los empleados públicos,
que educan a nuestros hijos, curan a nuestros enfermos y cuidan a nuestros
mayores.
Las empresas, por
su parte, lo que realmente necesitan no es más flexibilidad para despedir, sino
más crédito para producir y contratar.
Es otro enfoque,
perfectamente viable. Es necesaria una nueva política económica que tenga como
objetivo la creación de empleo, especialmente en la economía verde y en los
servicios sociales.
Pero este nuevo
enfoque requiere abrirse camino a escala europea, porque no hay soluciones
Estado por Estado. No habrá protección de la sociedad frente a los mercados
financieros mientras no haya una respuesta diferente de las autoridades
europeas: solo una mayor unidad política, económica y fiscal europea -con bonos
europeos para una financiación de las deudas soberanas a menores tasas de interés
y a más largo plazo, con una agencia europea de calificación y con una tasa a
las transacciones financieras- impedirá que el manejo de la deuda griega y la
de los demás países periféricos por parte de los mercados financieros acabe por
llevar al euro al colapso y a Europa a la ruina.
Los Verdes
europeos, con los que nos identificamos, se están batiendo en el Parlamento
Europeo por soluciones similares y han propuesto un green new deal para
Europa, porque solo la economía verde y baja en carbono permitirá avanzar hacia
otro modelo productivo y de consumo frente a una crisis que no es solo
financiera y económica, sino también energética, climática y ecológica.
La peculiar
situación española, con un desempleo insoportable, aconseja emprender esa
dirección. Posibilidades no faltan: España cuenta con un potencial
extraordinario en el desarrollo de las energías renovables, con la mayor
superficie cultivada de agricultura ecológica, con capacidades tecnológicas en
sectores emergentes, con excelentes profesionales en salud, investigación
científica y educación, con una sociedad civil emprendedora... que podrían
llevar a construir un desarrollo diferente y con pleno empleo. Pero con
trabajos menos vulnerables y más sostenibles: solo las actividades generadoras
de empleos verdes, como las energías renovables, la agricultura ecológica, el
transporte sostenible, la rehabilitación de edificios, etcétera... podrían
generar dos millones de nuevos empleos e importantes beneficios sociales,
ambientales y económicos.
Recientemente, el
autor de ¡Indignaos!, Stéphane Hessel, nos decía que ahora es el momento
de pasar de la indignación al compromiso, cada quien desde su ámbito. Quienes
suscribimos este artículo lo hacemos desde el ámbito de la política. Hemos
acogido receptivamente las movilizaciones sindicales contra la reforma laboral,
las reflexiones y propuestas de las gentes de la cultura y escuchado con
atención las demandas indignadas de las plazas tras el 15-M, con las que
coincidimos. Pensamos que no solo deben cambiar las políticas, sino también la
política. Hacen falta reformas electorales y constitucionales de gran calado,
una nueva transición para una mejor representación de la ciudadanía, más activa
y directa, el fin del bipartidismo y de la partitocracia, un nuevo empoderamiento
popular y un republicanismo participativo en el que el poder esté más
repartido, con partidos más democráticos, transparentes y refractarios a la
corrupción, con organizaciones sociales y ciudadanas más representativas y con
más poder de consulta, control y codecisión, donde la iniciativa legislativa
popular y los referendos locales, autonómicos y estatales sean instrumentos
habituales y normalizados de ejercicio de la democracia... Una democracia que
no lo fíe todo a lo representativo, sino que para ganar legitimidad se le
añadan instrumentos de democracia participativa y deliberativa.
El desafío no es
menor. El momento histórico y la demanda de la sociedad nos exigen algo nuevo e
intentarlo hacer en el sentido más amplio y unitario posible. En este contexto
queremos contribuir dinamizando un amplio movimiento político que promueva
salidas viables, y, por tanto, distintas de la crisis que padecemos, en clave
de equidad social, sostenibilidad ambiental y de mayor democracia. Queremos
contribuir a construir un nuevo espacio político plural que ofrezca un cauce de
participación a las personas que no se resignan a contemplar pasivamente esta
situación; especialmente, queremos crear un espacio de activismo político para
las generaciones emergentes y de construcción de alternativas para todas las
personas que estén dispuestas a comprometerse generosamente para encontrar,
individual y colectivamente, soluciones de actualidad a los desafíos de nuestro
tiempo. Ese es nuestro compromiso
Juan López de
Uralde, EQUO, comisión promotora; Inés Sabanés,
EQUO; Joan Herrera, secretario general de ICV; Mónica Oltra,
diputada de las Cortes Valencianas por Compromís; David Abril,
secretario general de Iniciativa Verds (Baleares) y Mario Ortega fue
coordinador de Los Verdes de Andalucía.
PUBLICAT A EL PAÍS.
14.09.2011
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