dilluns, 30 de maig del 2011

¿Para cuando la reforma empresarial?


Pedro Luis Angosto


Estaba arrancado yerbas junto a un amigo rumano en un pequeño bancal situado en la huerta de un pueblo murciano, sí un pueblo de veinticinco mil almas para el que los gobernantes del Partido Popular habían diseñado un maravilloso plan que le haría llegar en diez años a los cien mil habitantes, pues estaban seguros que todos los ciudadanos del Condado de Lancaster pasarían sus últimos días entre nosotros. Poco les importaba que no hubiese agua ni infraestructuras ni el daño que se infringía a la naturaleza ni que los empresarios hubiesen cerrados sus fábricas para convertirse en promotores y constructores, aquello era el futuro, un futuro lleno de dúplex y adosados construidos por inmigrantes como mi amigo donde los viejecitos ingleses se dedicarían a cultivar rosas de todos los colores. Era un negocio perfecto, había que trabajar muy poco y se ganaba cien veces lo invertido. Como tantas otras veces, el cuento de la lechera. Ya ocurrió en el cincuenta y tantos cuando los empresarios del calzado se dedicaron a gastarse todo el dinero acumulado en coches impresionantes y fincas con el objetivo de hacerse rentistas como lo eran los señoritos de toda la vida. No pudieron resistir al plan de estabilización, cerraron, se fueron con sus lujosos autos a sus cortijos y la gente del pueblo salió para Barcelona, Francia, Alemania o cualquier lugar del mundo dónde se pudiera comer. Lo mismo sucedió en el setenta y tres, lo mismo ahora, sólo que ahora el ladrillo y la especulación criminal hizo que viniesen varios millones de personas de todos los rincones del planeta para ser explotados sin compasión por nuestros beatíficos “emprendedores”.

Pero me estoy yendo, como les digo, estaba con mi amigo rumano arrancando yerbas. Le pregunté si su mujer había encontrado trabajo, me dijo que sí, si se le podía llamar trabajo a lo que había encontrado. En una nave sin ventanas, en un pueblo dónde se alcanzan con frecuencia los cinco grados bajo cero y los cuarenta sobre cero en verano, un emprendedor había montado la fábrica de calzados Dalson. Su mujer, junto a treinta trabajadores más, trabajaba pegando suelas, cortando y aparando, por tres euros a la hora durante doce horas al día, lo mismo que se pagaba en 1980. Prohibido quedarse embarazada, prohibido ponerse enfermo, prohibido reclamar subidas salariales, prohibido pedir vacaciones, prohibido hablar: Eran unos privilegiados, tenía cola para sustituirlos en cualquier momento. Si la inspección laboral llegaba –el emprendedor se había gastado una millonada en cámaras exteriores en interiores para saber lo que hacían los trabajadores y cuándo llegaban los inspectores-, una alarma les avisaría para que de inmediato bajasen por una trampilla al sótano, con la obligación de permanecer en él hasta que de nuevo oyesen la alarma. Le dije que no podían consentirlo, que se unieran como antes hicieron otros trabajadores en la misma situación, que lo denunciaran, que si los despedía impidieran que entrasen los nuevos. Imposible, somos escoria, nadie quiere saber nada de nosotros, si nos plantamos no tendremos para pagar el alquiler ni dar de comer a nuestros hijos. Creo que es al revés –le dije- ese tipo no es un ser humano, es otra cosa, tenéis la obligación de organizaros y demostrarle a ese señor que vosotros si tenéis dignidad… Lo intentaremos pero la gente no quiere, mi mujer trabaja como dos, pero sale a unos ochocientos euros al mes mientras a los hombres les pagan mil. Te digo que todo eso es denunciable. En fin, ahí quedó la cosa.

Al igual que calzados Dalson –es el nombre real de la empresa- hay en este país miles de emprendedores que se dedican a robar y explotar a los trabajadores, pero no sólo en pequeñas empresas como ésta, sino en otras muy formales y conocidas dónde se contrata a teleoperadores que no llegan a los setecientos euros mensuales, a vendedores que no han visto en su vida mil euros, a costureras que sueñan con salir del trabajo antes de las diez de la noche, a ingenieros que sobrepasan en poco el salario mínimo, ¿mileuristas dicen en las tertulias? ¿Pero en qué país viven esos hombres, quién cobra ahora mismo mil euros? Ni en sueños. Y encima hay que consentir que llegue la dueña de Europa, ese pedazo de carne con ojos que impide devaluar el euro para ahogar a los países más apurados y ofrecerle después créditos casi usurarios, y dice que en España se trabaja menos que en Alemania, por supuesto que sí, no trabaja el que no tiene trabajo porque los emprendedores deben estar esperando que llegue el Partido Popular para que las condiciones labores bajen todavía más, pero el que trabaja, trabaja el doble que un alemán por la cuarta parte de salario. Ya está bien de insultos, ya está bien de tirar por los suelos a la gente del Sur, fueron gentes del Sur las que levantaron Alemania después de que Alemania destruyera Europa, GENTES DEL SUR.

Un país no se puede permitir que una cuarta parte de su economía ande por las alcantarillas, fuera de cualquier control, de cualquier regulación, en manos de desaprensivos que explotan inmisericordemente a los trabajadores, que no pagan impuestos ni contribuyen a la Seguridad Social. Un país así no tiene futuro. De una vez por todas es preciso que en este país se cumpla la ley y que la ley sea igual para todos. Se piden sacrificios y sacrificios a los trabajadores, reformas laborales, bajadas salariales, modificaciones de los convenios, más horas de trabajo, edad de jubilación más tardía. ¿Qué se pide a los banqueros que provocaron esta crisis con su nefasta política crediticia y se niegan a dar salida a los miles de viviendas en su poder al precio real que tienen hoy en día? ¿Por qué no se mete en la cárcel a los ejecutivos de Telefónica que van a repartirse 450 millones de euros y a los financieros que con su impericia y su maldad nos han metido en esta pocilga? ¿No es delito la explotación, tampoco vaciar las arcas de una empresa y dejarla descapitalizada? ¿Para cuándo la reforma empresarial, a qué esperamos para enseñarles por la fuerza de la Ley a los empresarios que no lo son a ser honrados? He aquí un dato, mientras en el primer trimestre de este año las ventas de coches de gama baja y media han disminuido un 27%, la venta de autos de lujo ha aumentado un 144%. Al parecer alguien tiene dinero, mucho dinero, al parecer alguien se ha tomado unas largas vacaciones con los dineros de antaño y hasta que cambie la cosa, ¿más? Por supuesto que sí, más, hasta que llegue ese partido que va a ganar las municipales, las autonómicas y las generales y legalice los 3 euros a la hora durante doce horas al día sin derecho a nada que gana la mujer de mi amigo rumano. Malas han sido las contrarreformas aplicadas por el actual gobierno, pero que nadie se engañe, son las más leves que ha aplicado ningún país europeo, nada comparables a las que aplicará Mariano Rajoy su cuadrilla, que ya han puesto sus ojos en un modelo: David Cameron, hijo de Margaret Tacher. Si no se está de acuerdo con la política del actual gobierno, la alternativa no puede ser en ningún caso un partido reaccionario, franquista y mucho más decidido a aplicar medidas contra los trabajadores, sino otra que se oponga al discurso neoconservador y esté al lado de los jóvenes que se han plantado en la Puerta del Sol, de los jóvenes, de los parados y de los inmigrantes que quieren tener un futuro diferente al que ofrecen los emprendedores paletos y las leyes salvajes de un mercado cada día más salvaje por desregulado. Antes que el Pepé el diluvio, pero ha llegado el Partido Popular, el causante de la actual crisis, después vendrá el diluvio. De lo malo lo peor. Hay que empezar desde abajo.


Publicat a nuevatribuna.es, 29 maig 2011

dijous, 19 de maig del 2011

Per un canvi radical a Europa

Ignacio Fernández Toxo*


La Confederació Europea de Sindicats (CES) ha celebrat el seu 12è Congrés a Atenes (16-19 de maig). La CES, organització unitària del sindicalisme europeu, té 60 milions de membres procedents de 83 confederacions nacionals de 36 països i 12 federacions sectorials europees. De molt, la CES és l'organització social europea més important pel seu volum i pel seu entroncament amb totes les societats europees.

El congrés de la CES ha fet una crítica frontal i ben fonamentada de les polítiques adoptades per les institucions europees -el Consell i la Comissió- els últims temps, en particular de les polítiques d'ajust pressupostari i de reformes estructurals promogudes o imposades a partir de la reunió de l'Ecofin, del 9 de maig del 2010, i posteriorment consagrades al pla de governança i el pacte per l'euro.

Les polítiques de la nova governança econòmica tenen un únic objectiu: la reducció dels dèficits públics en un curt espai de temps. La manera, gairebé exclusiva, consisteix a retallar salaris, pensions i despeses socials, augmentar els impostos indirectes i privatitzar béns públics. L'aplicació de les receptes més dures de l'ideari neoliberal està tenint un elevat cost social en nombrosos països -del sud i de l'est d'Europa, però també a Irlanda o el Regne Unit- i està deteriorant seriosament el model social europeu i amb això el mateix projecte de la Unió Europea i han provocat la mobilització dels treballadors i treballadores i les seves organitzacions. La UE ha renunciat a governar els mercats i, per calmar-los, els ofereix parts del benestar social. El problema no és només que aquestes polítiques siguin injustes; sinó que, a més a més, són errònies. Al cap d'un any i mig dels primers símptomes de la crisi del seu deute sobirà i al cap d'un any de ser rescatada, Grècia està molt pitjor: ara es parla de reestructuració del seu deute i, alguns, de la seva sortida de l'euro.

El congrés de la CES ha plantejat alternatives a aquestes polítiques tan injustes i equivocades per assegurar l'estabilització de les finances públiques, alhora que n'ha ofert d'altres per al creixement i l'ocupació. Per afrontar la crisi dels deutes sobirans proposa que el Fons d'Estabilitat Financera presti a tipus d'interès moderats i terminis llargs de venciment, que es procedeixi a emetre eurobons, que es reguli amb rigor el sistema financer, s'eradiquin els paradisos fiscals i s'estableixi un impost a les transaccions financeres.

Perquè es compleixin els objectius de dèficit i de deute del pla d'estabilitat i creixement s'haurien de prolongar els terminis fins al 2016-2017, a més a més d'acordar amb els interlocutors socials la manera d'aconseguir-ho compartint càrregues, i d'actuar sobre els ingressos incorporant l'harmonització fiscal a la governança econòmica. I, per una vegada, que el pacte sigui també de creixement: la coordinació de les polítiques econòmiques ha de prioritzar les mesures per fomentar el creixement econòmic i la creació d'ocupació, entre aquestes mesures un pla europeu d'inversions amb recursos equivalents a l'1% del PIB. El govern econòmic d'Europa, a més a més de la política fiscal, també n'ha d'incloure d'altres, com la industrial, l'energètica i la mediambiental; també ha de promoure el canvi de model econòmic cap a una economia verda per garantir un desenvolupament sostenible, així com assegurar que el canvi es produirà sota els principis d'una transició justa, negociada amb els interlocutors socials.

No sense debat, la CES ha superat la temptació de limitar l'acció dels sindicats a l'àmbit de cada país. La CES vol enfortir, amb l'ajuda de totes les seves organitzacions nacionals i sectorials, la seva capacitat de mobilització i negociació transnacionals. És el seu gran repte. Per fer-ho, a partir d'una proposta conjunta de CCOO i UGT, impulsarà un debat als seus òrgans de direcció sobre la manera d'articular els processos de mobilització i negociació nacionals amb els d'àmbit europeu, que per primera vegada inclourà l'examen de la possibilitat de promoure una vaga general europea. En allò que és immediat, per modificar les propostes de governança, actualment en tràmit al Parlament Europeu, la CES convocarà mobilitzacions cap a finals de juny.

La CES, que inequívocament vol més Europa, no vol aquesta Europa. Perquè la UE surti de la profunda crisi econòmica, social i política en què l'han sumit especuladors, financers i mals polítics, el sindicalisme no pot actuar sol. La CES haurà de fer una crida a la societat europea -a les organitzacions de la societat civil, al món acadèmic i intel·lectual, als joves, a les institucions i organitzacions polítiques- perquè es mobilitzin en defensa dels valors democràtics i solidaris que inspiren el Tractat de Lisboa i la seva Carta de Drets Fonamentals, i en defensa del model social europeu, avui tan severament atacat. La Unió Europea viu les hores més baixes de la seva jove història. La CES té la voluntat que se'n surti.

* Secretari general de CCOO.
President de la CES.

PUBLIACT A EL PERIÓDICO, 19 maig 2011

dimarts, 17 de maig del 2011

La voz de los sin lobi

Joan Coscubiela*


Este fin de semana se han desarrollado diversas movilizaciones que tienen como elemento común la respuesta social a las políticas de ajuste. En Catalunya, los anunciados recortes en el acceso a derechos sociales básicos han generado un amplio rechazo entre los profesionales de los servicios públicos y también en un buen número de organizaciones sociales. En estas circunstancias suele aparecer el debate sobre la legitimidad y utilidad de las movilizaciones.

La crisis obliga a los gobiernos a adoptar medidas de ajuste fiscal, pero esto no significa que exista un único camino. El equilibrio fiscal se consigue actuando por la vía de los gastos y también de los ingresos. Y en materia fiscal, ya llueve sobre mojado.

Durante la década mágica se redujo significativamente la fiscalidad sobre el capital, al tiempo que se aumentaba sobre los salarios y el consumo. Ya iniciada la crisis, en España se hizo desaparecer el impuesto sobre el patrimonio. Y ahora, en Catalunya, el Gobierno plantea como inevitables los recortes sociales, al tiempo que anuncia la casi total desaparición del impuesto de sucesiones que, en su regulación actual, afecta solo al 6 % de la población.

La ciudadanía percibe que las medidas de ajuste no son equilibradas en cuanto al reparto de los esfuerzos y pueden acabar generando más desigualdad. Además, aparecen indicios de que no solo se trata de medidas transitorias, sino de reformas estructurales. Y que se está aprovechando la crisis para adoptar políticas que nada tienen que ver con la solución de los problemas y mucho con imponer determinadas concepciones sobre el papel de los servicios públicos.

Copago encubierto

Resulta evidente en el terreno sanitario, en el que el Gobierno catalán no oculta su objetivo de transferir el coste de la financiación de determinadas prestaciones sanitarias al ámbito del aseguramiento privado. O en la educación, donde todo apunta a un reforzamiento del sector privado en detrimento del sector público, como puede suceder con la desaparición de la sexta hora, y al aumento del copago encubierto por parte de las familias (concierto educativo).


Es esta percepción de injusticia social la que legitima las movilizaciones. Además de legítimas, las movilizaciones pueden ser de utilidad. No solo por su capacidad de incidencia en las decisiones del Gobierno catalán. También porque pueden servir para canalizar la indiferencia o la resignación hacia la indignación y la implicación social en el futuro de las políticas.


Ello interesa no solo a los convocantes de estos actos, sino a toda la sociedad, en la medida que refuerza la democracia y puede evitar el riesgo de deslizamientos populistas o berlusconianos como los que se están produciendo en otros países europeos. Es cierto que hay mecanismos que pueden ser más directos y eficaces para influir en las políticas. Pero no todos los sectores sociales tienen a mano la posibilidad de ejercer de lobi frente al poder. Y, para ellos, la movilización en forma de manifestaciones o huelgas es legítima y puede ser útil.

*Profesor de Derecho Laboral. Facultad de Derecho de ESADE
Pubicat a nuevatribuna.es 16 Maig 2011

dijous, 5 de maig del 2011

La era post-nuclear



Ignacio Ramonet

Fukushima marca, en materia de energía atómica, el fin de una ilusión y el comienzo de la era post-nuclear. Clasificado ahora de nivel 7, o sea el más alto en la escala internacional de los incidentes nucleares (INES), el desastre japonés ya es comparable al de Chernóbil (ocurrido en Ucrania en 1986) por sus “efectos radiactivos considerables en la salud de las personas y en el medio ambiente”.
El seísmo de magnitud 9 y el descomunal maremoto que, el pasado 11 de marzo, con inaudita brutalidad, castigaron el noreste de Japón, no sólo originaron la actual catástrofe en la central de Fukushima sino que dinamitaron todas las certidumbres de los partidarios de la energía nuclear civil.
Con decenas de construcciones de centrales atómicas previstas en innumerables países, la industria nuclear, curiosamente, se hallaba viviendo su época más idílica. Esencialmente por dos razones. Primero, porque la perspectiva del “agotamiento del petróleo” antes de finales de este siglo, y el crecimiento exponencial de la demanda energética por parte de los “gigantes emergentes” (China, la India, Brasil) la convertían en la energía de sustitución por excelencia (1). Y segundo, porque la toma de conciencia colectiva ante los peligros del cambio climático, causado por los gases de efecto invernadero, conducía paradójicamente a optar también por una energía nuclear considerada como “limpia”, no generadora de CO2.
A estos dos argumentos recientes, se sumaban los ya conocidos: el de la soberanía energética y menor dependencia respecto a los países productores de hidrocarburos; el bajo coste de la electricidad así creada; y, aunque parezca insólito en el contexto actual, el de la seguridad, con el pretexto de que las 441 centrales nucleares que hay en el mundo (la mitad de ellas en Europa occidental), sólo han padecido, en los últimos cincuenta años, tres accidentes graves...
Todos estos argumentos –no forzosamente absurdos– han quedado hechos añicos tras la descomunal dimensión del desastre de Fukushima. El nuevo pánico, de alcance mundial, se fundamenta en varias constataciones. En primer lugar, y contrariamente a la catástrofe de Chernóbil –achacada en parte, por razones ideológicas, al descalabro de una vilipendiada tecnología soviética–, esta calamidad ocurre en el meollo hipertecnológico del mundo y en donde se supone –por haber sido Japón, en 1945, el único país víctima del infierno atómico militar– que sus autoridades y sus técnicos han tomado todas las precauciones posibles para evitar un cataclismo nuclear civil. Luego, si los más aptos no han conseguido evitarlo, ¿es razonable que los demás sigan jugando con fuego atómico?
En segundo lugar, las consecuencias temporales y espaciales del desastre de Fukushima aterran. A causa de la elevada radiactividad, las áreas que circundan la central quedarán inhabitadas durante milenios. Las zonas un poco más alejadas, durante siglos. Millones de personas serán definitivamente desplazadas hacia territorios menos contaminados, teniendo que abandonar para siempre sus propiedades y explotaciones industriales, agrícolas o pesqueras. Más allá de la propia región mártir, los efectos radiactivos repercutirán en la salud de decenas de millones de japoneses. Y sin duda también, de numerosos vecinos coreanos, rusos y chinos. Sin excluir a otros habitantes del hemisferio boreal (2). Lo cual confirma que un accidente nuclear nunca es local, siempre es planetario.
En tercer lugar, Fukushima ha demostrado que la cuestión de la pretendida “soberanía energética” es muy relativa. Ya que la producción de energía nuclear supone una nueva supeditación: la “dependencia tecnológica”. A pesar de su enorme avance técnico, Japón tuvo que acudir a expertos estadounidenses, rusos y franceses (además de los especialistas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica) para tratar de controlar la situación. Por otra parte, los recursos del planeta en uranio (3), combustible básico, son muy limitados y se calcula que, al ritmo actual de explotación, las reservas mundiales de este mineral se habrán agotado en 80 años. O sea, al mismo tiempo que las del petróleo...
Por estas razones y por otras más, los defensores de la opción nuclear deben admitir que Fukushima ha modificado radicalmente el enunciado del problema energético. Ahora se imponen cuatro imperativos: parar de construir nuevas centrales; desmantelar las existentes en un plazo máximo de treinta años; ser extremadamente frugal en el consumo de energía; y apostar a fondo por todas las energías renovables. Sólo así salvaremos quizás el planeta. Y la humanidad.

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(1) Antes del accidente de Fukushima, se estimaba que el número de centrales nucleares en el mundo aumentaría un 60% de aquí a 2030. China, por ejemplo, tiene actualmente 13 centrales atómicas en actividad que producen apenas el 1,8% de la electricidad del país; en enero pasado decidió construir, entre 2011 y 2015, 34 nuevas centrales o sea una cada dos meses...
(2) Partículas radiactivas procedentes de la central de Fukushima cayeron sobre Europa occidental unos días después de la catástrofe, y aunque las autoridades declararon que “no constituían ningún peligro para la salud”, varios expertos subrayaron que al haberse acumulado en las hortalizas, en particular en las de hojas amplias como las lechugas, el consumo de éstas suponía un riesgo.
(3) Un reactor nuclear no es más que un sistema para calentar agua. Para ello se utiliza la fisión del átomo de uranio 235 (U235) que, al romperse, al fisionarse mediante la denominada “desintegración nuclear”, produce una enorme liberación de energía térmica. Hay que saber que 156 toneladas de roca, aportan una sola tonelada de mineral de uranio del que se obtiene un único kilo de uranio... De ese kilo, sólo un 0.7% es U235, el que se necesita en las centrales: o sea para 7 gramos de U235 hay que remover mil kilos de mineral y ¡156 toneladas de rocas! Léase Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y en medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008; y Paco Puche “Adiós a la energía nuclear”, Rebelión (www.rebelion.org), 18 de abril de 2011.


Publicat a: Le Monde diplomatique, maig 2011

dimarts, 3 de maig del 2011

Merece la pena


Josu Onaindi Buruaga*

Con esta frase quisiera definir mi posición sobre la situación política que estamos viviendo en Euskadi en este momento. Creo que merece la pena explorar esta nueva situación y conseguir el objetivo que todos los demócratas nos hemos marcado conseguir la paz y la normalización democrática.

El objetivo de conseguir la paz con el reconocimiento a todas las victimas que estos años han sufrido las consecuencias de esta violencia durante tanto tiempo, es algo que la sociedad vasca aspira y tiene derecho a conseguir. Es obligatorio reconocer el papel que estas víctimas han tenido durante estos años, al no haber tenido un ánimo de revancha hacia sus agresores.

La sociedad vasca durante estos años ha avanzado hacia la deslegitimación del terrorismo de una forma continua y sin desmayo, no siempre con suficiente unidad de los partidos políticos, pero no creo que nadie pueda dudar de la posición de los partidos democráticos ante la violencia.

Pero ahora estamos ante un escenario nuevo y que nunca habíamos conocido, por una parte acabar con ETA y por otra la posibilidad de incorporar al sistema democrático a un sector importante de la sociedad vasca (15-20%) que hasta ahora ha estado fuera del Estado de Derecho. No se trata de olvidar lo que ha sido el terrorismo y sus consecuencias sobre las víctimas, ni estamos hablando de una amnistía que olvide esta situación. Estamos ante una posibilidad de incorporar por primera vez a la Izquierda Abertzale al sistema democrático de un Estado de Derecho. El Estado de Derecho también tiene que ser lo suficientemente inteligente, propiciando la participación de estos sectores que hasta este momento han estado fuera de él. El Estado de Derecho se legitima aplicando la ley de una forma equilibrada y justa, no dejándose llevar por posiciones que lo ponen en entredicho.

La legalización de la Izquierda Abertzale es un paso importante para la legitimación del Estado de Derecho y por lo tanto los pasos que se han de dar tienen que ser desde el respeto de los derechos que como ciudadanos les corresponden. No se pueden confundir los derechos de los ciudadanos a título individual con las responsabilidades que pueden corresponder a un partido político. No sería bueno que uno de los ejes fundamentales del Estado de Derecho que es el Poder Judicial quedara cuestionado por una sentencias que poco tendrían que ver con los valores ciudadanos de un Estado de Derecho. Los derechos de los ciudadanos no pueden ser cercenados si no hay una vulneración de la ley de una forma fehaciente.

Pero tan importante como la legalización de la Izquierda Abertzale, son las consecuencias que esta decisión tendrá en el futuro de para la sociedad vasca.

En primer lugar supone la ruptura entre el la Izquierda Abertzale y ETA, al imponerse los sectores que están por el abandono de la violencia frente a los que quieren continuar con el terrorismo. En la medida que la política se consolide frente a las posiciones más militaristas, estamos poniendo las bases para esta nueva época. El desarrollo de los acontecimientos no serán fáciles y habrá momentos difíciles durante este tiempo. Por desgracia después de tantos años de terrorismo, los pasos no van a ser fáciles, y por lo tanto, los pasos que se den desde el Estado de Derecho tienen que facilitar este periodo de transición.

También, pude suponer una clarificación en el panorama político vasco la presencia de la Izquierda Abertzale como formación política legal, lo que obligara a clarificar el confuso panorama de los partidos políticos nacionalistas en sus diferentes versiones, a definir sus políticas y sus estrategias.

Creo que por estas razones y por algunas mas, merece la pena que el tan cacareado Estado de Derecho, de muestras de su consistencia democrática, y apueste por el futuro, y no se deje llevar por unas posiciones que más tienen que ver con el pasado que con el futuro. Necesitamos a todos para consolidarlo, y avanzar cada día en el objetivo de conseguir un país más libre y democrático
.



* Ex secretari general de CCOO de Euskadi

Publicat a nuevatribuna.es , 1 maig 2011

dilluns, 2 de maig del 2011

La preñez de este Primero de Mayo

JOSE LUIS LOPEZ BULLA

Las luchas que, de un tiempo a esta parte, está llevando a cabo el movimiento de los trabajadores europeos –aunque dispersas y con un fuerte contenido nacional- son una respuesta todavía implícita contra las consecuencias de las políticas de la “lepra neoliberal”, según dejó dicho en 1999 nuestro amigo Bruno Trentin. La cuestión está en saber si (y cuándo) las movilizaciones tendrán un carácter realmente explícito; el problema es si el conjunto de las fuerzas antineoliberales podrán, primero, interferir en la lepra, y, posteriormente, derrotarla definitivamente. La presión activa e inteligente es fundamental, pero no basta. Ese conflicto sociopolítico requiere un proyecto cultural de amplio respiro, una implicación de múltiples sujetos y un potente almacén de saberes y conocimientos al servicio de dicho proyecto. Que sea más potente que el del neoliberalismo que no se anda con chiquitas; véase, por ejemplo, la sintaxis de Warren Buffet, uno de los jerifaltes de de Moody´s: “Estamos en la lucha de clases y la estamos ganando”.

El neoliberalismo venció cuando consiguió materializar dos ideas-fuerza: a) que todos ganan en el proceso de globalización impulsado por los mercados como se sostenía en el siglo XIX con la famosa teoría de los costes comparados de David Ricardo; y b) que la centralidad de los mercados, pero se, amplia la esfera de libertad de los individuos, especialmente en tanto que consumidores, también como productores ya que los mercados les premiarían aumentando la movilidad social. Los hechos han refutado, nueva y radicalmente, estas tesis.

Una tesis que fue abriéndose camino en amplios grupos académicos, que fue reconvirtiendo a ciertos iuslaboralistas en iusprivatistas, que despellejó algo más que la epidermis de ciertos partidos de solera socialista y socialdemócrata y que, en otro sentido, sirvió de fuente a organizaciones populistas y neopopulistas. Una “lepra” que tuvo como expresión más visible las voces mediáticas de Reagan y Thatcher, aunque debajo de ellos estaban ideólogos y mesnaderos de diverso pelaje: la cofradía de amigos del capital impaciente. En efecto, se trató de un contagio devastador. Una gente que no se iba por las ramas; que frente a cualquier propuesta alternativa –aunque fuera moderadamente reformadora— contestaban que eso era un imposible metafísico y la transformación de las cosas una quimera de cuatro locos de atar.
Al prevalecer el enfoque neoliberal –con la derrota del capitalismo, digamos para abreviar, calvinista- cambió toda la visión de la empresa. La teoría dominante de los treinta últimos años volvió a recuperar la empresa como lugar de contratos individuales, siguiendo las pautas de un sujeto fuerte: el capital financiero. Ni qué decir tiene que tanta metamorfosis le vino como anillo al dedo al management –los “funcionarios de la propiedad”, que dijera Karl Marx- que estableció una potente alianza con la propiedad. Tras ello, el management dejó de ser un subalterno de lujo para transformarse en coaligados de la propiedad.

Visto lo visto, la teología neoliberal ha hecho mil estragos. Pero se da la paradoja de que las soluciones que se proponen por parte de los contagiados, involuntaria o voluntariamente, es tres cuartos de lo mismo. Pero no es verdad lo que dice la canción No hay novedad, señora baronesa. Porque hay novedades: son las movilizaciones, incluso con los límites que tienen todavía, en curso. La cuestión está en saber mirar qué preñez tienen y sacar las debidas consecuencias. Este Primero de Mayo debe ser una inflexión

Publicat a: nuevatribuna.es 29 Abril 2011