dimecres, 23 de febrer del 2011

Las protestas de Egipto continúan en las fábricas

Hossam el-Hamalawy
Desde que Hosni Mubarak huyó del Cairo, e incluso antes, algunos activistas de clase media han estado apremiando a los egipcios, en nombre del patriotismo, a suspender sus protestas y volver al trabajo, cantando algunas nanas de lo más ridículas: "Construyamos un nuevo Egipto", "Trabajemos más duro de lo que nunca hemos trabajado". Está claro que no saben que los egipcios se encuentran ya entre la gente más laboriosa del mundo. [1]

Estos activistas quieren que confiemos a los generales de Mubarak la transición a la democracia, la misma junta que proporcionó la columna de la dictadura en los últimos 30 años. Y si bien creo que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que recibió 1.300 millones de los EE. UU. en 2010, terminará por fraguar la transición a un "gobierno civil", no me cabe duda de que será un gobierno que garantice la continuación de un sistema que no toque jamás los privilegios del ejército, que mantenga a las fuerzas armadas como institución que disponga de la última palabra en política, que garantice que Egipto continúe la senda de la política exterior norteamericana, tan odiada.

Un gobierno civil no debería estar formado por miembros de un gabinete en el que simplemente se han quitado el uniforme militar. Un gobierno civil significa representar las demandas y deseos del pueblo egipcio sin intervención alguna de los máximos capitostes. Creo que resultará muy difícil lograr esto, y eso si es que la junta llega a permitirlo. Los militares han formado parte de las instituciones gobernantes de este país desde 1952. Sus mandos forman parte del poder establecido. Y si bien oficiales jóvenes y soldados son aliados nuestros, no podemos ni por un instante poner nuestro crédito y nuestra confianza en los generales.

Todas las clases de Egipto participaron en el levantamiento. Mubarak consiguió enajenarse a todas las clases sociales. En la Plaza de Tahrir se podía encontrar a los vástagos de la élite egipcia, junto a trabajadores, ciudadanos de clase media y pobres de las ciudades. Pero recordemos que sólo cuando el miércoles [9 de febrero] se iniciaron las huelgas masivas, el régimen comenzó a cuartearse y el ejército hubo de forzar a Mubarak a dimitir porque el sistema estaba a punto de derrumbarse.

Algunos se han sorprendido al ver a los trabajadores en huelga, lo cual es una ingenuidad. Los trabajadores han ido poniendo en pie la ola de huelgas más prolongada y sostenida de la historia de Egipto desde 1946, iniciada en Mahalla, la ciudad del textil. No es culpa de los trabajadores que el mundo no les haya prestado atención. Todos los días de los últimos tres años ha habido una huelga en alguna fábrica de Egipto, ya fuese en el Cairo o en las provincias. Estas huelgas eran a la vez de naturaleza económica y política.

Desde el primer día del alzamiento del 25 de enero, la clase obrera ha estado participando en las protestas. Sin embargo, los obreros tomaban parte en ellas al principio como "manifestantes" y no necesariamente como "trabajadores", dando a entender que no se movilizaban independientemente. El gobierno, y no los manifestantes, había dejado la economía en punto muerto, con sus toques de queda, y al cerrar bancos y negocios. Se trataba de una huelga capitalista, destinada a aterrorizar al pueblo egipcio. Sólo cuando el gobierno trató de retrotraer el país a la "normalidad" el 8 de febrero volvieron los trabajadores a las fábricas, debatieron la actual situación y comenzaron a organizarse en masa, movilizándose como bloque independiente.

En algunos lugares, los trabajadores no incluían la caída del régimen entre sus demandas, pero utilizaron los mismos lemas de quienes protestaban en Tahrir y en muchos casos, los trabajadores presentaron una lista de exigencias en solidaridad con la revolución.

Estos trabajadores no se van a ir a casa. Comenzaron su huelga porque ya no podían alimentar a sus familias. Han ganado en audacia gracias al derocamiento de Mubarak, y no pueden volverse atrás y decirles a sus hijos que el ejército les han prometido traerles comida y derechos en no se sabe cuántos meses. Muchos de los huelguistas ya han empezado a elevar demandas adicionales, entre las que se cuentan el derecho a establecer sindicatos libres, alejados de la corrupta Federación Egipcia de Sindicatos respaldada por el Estado.

El sábado [12 de febrero] empecé a recibir noticias de que miles de trabajadores del transporte público estaban organizando protestas en la zona de el-Gabal el-Ahmar. Los trabajadores temporales de las acerías Helwan también protestan. Los técnicos ferroviarios siguen manteniendo interrumpido el servicio de trenes. Miles de trabajadores de las azucareras de el-Hawamdiya están protestando y los trabajadores del petróleo anunciaron una huelga el domingo por las condiciones laborales. Casi todos los sectores de la economía egipcia han sido testigos de huelgas o protestas masivas. A ellas se han sumado incluso sectores de la policía.

En este momento, la ocupación de la Plaza de Tahrir está por suspenderse. Ahora hay que llevar Tahrir a las fábricas. A medida que avance la revolución, tendrá lugar una inevitable polarización de clases. Tenemos las llaves de la liberación de toda la región, no sólo de Egipto. Debemos seguir adelante, con una revolución permanente que dé poder al pueblo de este país con una democracia directa desde abajo.


NOTAS: [1] “De acuerdo con un estudio global de la banca UBS, titulado “Prices and Earnings” [Precios y sueldos”], (…) “comparado con las otras 72 ciudades internacionales analizadas, los habitantes del Cairo trabajan de media el mayor número de horas al año, 2373`para ser exactos”. “Who you callin´ lazy?”, Almasryalyoum, English edition, http://www.almasryalyoum.com/en/news/who-you-callin%E2%80%99-lazy [2] En el Mahalla el Kubra trabajan 32.000 obreros en fábricas estatales y varias decenas de miles más en empresas privadas. El movimiento juvenil 6 de abril se originó en esa fecha de 2008 cuando una multitudinaria manifestación por el centro de la ciudad fue reprimida por la policía, que mató a dos personas. Timothy M. Phelps, “Egypt uprisings has its roots in mill town”, Los Angeles Times, 9 de febrero de 2011.

Hossam el-Hamalawy, activo periodista independiente egipcio radicado en El Cairo, cuenta con página en la Red: www.arabawy.org . Una selección de sus espléndidas fotos en blanco y negro tomadas durante la revuelta puede verse en http://www.guardian.co.uk/commentisfree/gallery/2011/feb/11/egypt-protest#/?picture=371625685&index=0

Publicat a www.sinpermiso.info (The Guardian, 16 febrero 2011)

divendres, 18 de febrer del 2011

A matraca dos salarios


Xesús Díaz*

Manda quen manda. Chegou Merkel a Madrid a venderlle ao Goberno español un “plan de competitividade” que consiste, entre outros aspectos, en desligar os aumentos salariais do IPC e limitar por lei o déficit público. É dicir, trátase de seguir a impor novos e dolorosos sacrificios que conlevan un deterioro nas condicións de vida dos cidadáns e a maximización dos beneficios empresariais.
E o malo é que este plan é asumido por gobernos “socialdemócratas” como o español fronte ao rexeitamento doutros países como Austria, Bélxica e Luxemburgo. Zapatero pasou en 48 horas de declarar que se deixara “a sindicatos y empresarios lo que corresponde a la negociación colectiva” a manifestar un “firme respaldo”, pedindo a aqueles que pacten desvincular os salarios dos prezos. Quen dá máis en menos tempo! Este cambio de opinión é indicativo da frivolidade do persoeiro e de que non ten unha concepción articulada da sociedade e da política. E menos dende unha perspectiva de esquerdas; por iso é capaz de asumir sen rigor nin rubor as políticas neoliberais que non se atreven a aplicar gobernos da dereita europea. Ou moito me equivoco ou a CEOE vai seguir a estratexia de non chegar a un acordo na negociación colectiva á espera de que o Goberno lle resolva o problema. Despois de facilitar ás empresas o descolgue dos convenios na reforma laboral, desligar os salarios do IPC e anular as cláusulas de revisión significaría un novo retroceso para os traballadores e unha concesión máis á patronal. Esta matraca de atacar un día si e outro tamén aos salarios confeso que me aburre, pero non queda máis remedio que contestala por canto estas teses están presentes nos medios. Se fora certa a relación entre salarios e competitividade, Alemaña non sería o país que máis exporta do mundo e as súas empresas terían pechado hai tempo ao pagar salarios máis elevados. A este ¬respecto lémbrome, cando na reconversión do sector naval, foi vendida a sección de motores de Barreras a unha empresa alemá. Pasados os cinco anos, que lle esixían manterse na zona, deslocalizouse a aquel país malia pagar salarios máis alto

* Xesús Díaz, ex secretario xeral do S.N. de CC.OO. de Galicia e membro de NAMENTRAS

Publicat a :http://www.namentras.org/

dijous, 17 de febrer del 2011

Los sindicatos y los acuerdos sociales



Joaquín Aparicio Tovar

Tras la firma del Acuerdo Social y Económico, CCOO y UGT han recibido ciertas críticas, algunas más que críticas auténticos insultos. La crítica es un ejercicio de libertad que hace más sana la vida democrática porque al aportar argumentos, permite ayudar a encontrar mejores soluciones a los siempre complejos problemas sociales para los que nadie tiene una solución mágica.

El insulto no, porque al no aportar argumentos no solo no contribuye a buscar una solución sino que la dificulta. Por desgracia el insulto en la vida pública española es una pesada una herencia que lejos de debilitarse se está robusteciendo, a lo que no son ajenos tantos medios de persuasión convertidos en altoparlantes de exabruptos propios de las tertulias cuarteleras del franquismo, que en un país culto y democrático deberían estar erradicados.

CCOO y UGT son piezas esenciales de nuestra democracia. Lo avalan su historia y su presencia diaria en los centros de trabajo, y los trabajadores cada cuatro años de forma democrática lo valoran y les confieren la mayor representatividad haciéndoles superar los exigentes requisitos impuestos por la ley. Incluso la afiliación sindical no es tan baja como se dice (es más alta que en Francia, por ejemplo). Son, con enorme diferencia, las mayores organizaciones sociales de este país de tan poca cultura asociativa. Ni por su potente estructura organizativa, ni por la audiencia electoral tan extensa puede ponerse en cuestión su calidad representativa, como alguien en un evidente exceso ha llegado a hacer en estos días.

Los sindicatos, especialmente los más representativos, CCOO y UGT, son piezas esenciales de la democracia, como el art. 7 de la Constitución deja claro, porque sin ellos la democracia misma languidecería. Al no ser posible hoy una democracia directa, en las democracias representativas se abre una gran brecha entre representantes y representados, lo que da lugar, como decía N. Bobbio, a que sean poco representativas. Es necesario, por tanto, buscar vías para su mejora. La concertación social en la Europa posterior a la segunda guerra mundial ha sido una de ellas y en particular, en España. A través de los grandes sindicatos confederales se expresan y defienden intereses, no solo de los trabajadores afiliados, sino del conjunto de los asalariados en nuestra compleja sociedad pluriclasista. En el más noble sentido de la palabra los sindicatos confederales son sujetos políticos que, sin embargo, no aspiran a detentar el poder político. El Estado Social y Democrático de Derecho en que según el art. 1.1 de nuestra Constitución se constituye España no es posible sin ese papel de los sindicatos. Pero la Concertación social no supone el abandono del conflicto, como también la historia reciente de España enseña, es más, sin conflicto no es pensable la concertación.

Pero expresar esos amplios y grandes intereses de los asalariados (la inmensa mayoría de la población) no es tarea sencilla porque los sindicatos confederales deben proceder a una difícil tarea de mediación entre los múltiples intereses sectoriales o particulares (cuando no egoístas) de determinados grupos. Es falso presentar nuestra sociedad como una dividida de modo simplista entre insiders y outsiders en la que los sindicatos más representativos defienden a los insiders frente a los outsiders. La mera comparación con los sindicatos corporativos (pongamos el de controladores aéreos) es suficiente.

Mediar entre intereses complejos en asuntos trascendentales no es sencillo, como es el caso del Acuerdo Social y Económico de enero pasado. Especialmente no lo era porque el contexto es muy adverso a los intereses de los trabajadores. Estamos sufriendo un duro ataque al Estado Social y Democrático de Derecho. Los grandes poderes económico-financieros llevan desde años presionando para modificar radicalmente nuestro Sistema de Seguridad Social, no es nada nuevo. Pero ahora esos poderes han redoblado sus ataques con la renovada alianza del Banco Mundial, el FMI, la OCDE, y ahora, la Comisión Europea. Han redoblado los ataques porque en Europa no se han encontrado frente a un sujeto político lo bastante fuerte como para impulsar una salida a la crisis que fortalezca los derechos sociales y limite o elimine los poderes de las oligarquías dominantes. La reforma de la Seguridad Social española no era de tan urgente necesidad como para que tener que cerrarse en el mes de enero de 2011. Era una imposición de los especuladores internacionales, como la Ministra de Economía reconoció (había que dar confianza a los mercados), con un guión escrito por la Comisión Europea. En su Libro Verde de julio de 2010, siguiendo las pautas marcadas en 1994 por el Banco Mundial, viene a propugnar dar un gran protagonismo a los fondos de pensiones gestionados por entes privados, a pesar de reconocer sus enormes pérdidas. Su modelo es establecer un sistema en varios pilares, uno público y obligatorio que garantice una pensión mínima muy baja, otro (u otros) de fondos de pensiones profesionales y obligatorios, pero gestionados por entes privados y otros de fondos de pensiones voluntarios individuales y gestionados también por privados. El resto de la historia ya es conocida: se redobló el bombardeo mediático para aterrorizar a la población sobre el futuro de nuestra Seguridad Social, porque como los mismos operadores financieros han reconocido, un buen funcionamiento del Sistema de Seguridad no deja espacio a los fondos privados.

CCOO y UGT forzaron una negociación denostada por los economistas orgánicos de la banca y las grandes empresas y por las autoridades económicas de nuestro Gobierno que, al abominar de la concertación social, mostraban la cara autoritaria y antidemocrática de sus propuestas. Casi con toda seguridad, sin la huelga general de 29 de septiembre la reforma de la Seguridad Social se habría impuesto de forma unilateral en una línea más próxima a los designios del Libro Verde de la Comisión Europea. Si, como dicen algunos de sus críticos, los sindicatos confederales defendieran a los insiders les habría sido fácil aceptar las propuestas de la Comisión dando prioridad a los fondos de empleo. Pero no han hecho eso, han mediado tratando de defender los intereses del conjunto de los asalariados que solo a través de un sistema como el nuestro de reparto se pueden garantizar. Han defendido nuestro Sistema que en tantos sentidos es modélico y que bien harían otros países en imitar. Claro está que sin una izquierda política a escala europea los sindicatos nacionales, y en concreto los españoles, están como un boxeador al que atan un brazo. En estas condiciones es razonable que se sopesase mucho la decisión de convocar una nueva huelga porque tiene un coste, sobre todo para los trabajadores que la hacen en una situación de altas tasas de desempleo.

El Acuerdo tiene aspectos positivos, el más importante que no pone en cuestión el sistema de reparto actual. El Sistema se refuerza, además, por la integración en el régimen general de los trabajadores agrícolas por cuenta ajena y las trabajadoras (porque la mayoría son mujeres) del hasta ahora régimen especial de empleados de hogar. También es importante y positiva la subida de las bases de cotización en el régimen especial de trabajadores autónomos, o que se consideren cotizados los periodos dedicados al cuidado de hijos que provocaron abandono del trabajo o los periodos de becas de los jóvenes por los que no se cotizó. Tampoco conviene pasar por alto que el periodo de carencia de la pensión de jubilación siga siendo de 15 años, pues su subida (como estaba previsto) habría expulsado del brazo contributivo a los trabajadores con carreras de cotización más cortas. También se ha evitado que se impongan los 67 años como edad pensionable general ya que hay varias edades de jubilación a partir de los 61 años. Pero negar que se han endurecido los requisitos para alcanzar el cien por cien de la pensión sería negar la evidencia. Por eso los argumentos que criticaban las propuestas del gobierno siguen siendo válidos. El Sistema tiene buena salud, pero no puede aceptarse la idea de la contributividad entendida como que la prestación tenga que ser proporcional a lo aportado por el sujeto individual. Eso, por mucho que lo digan los economistas liberales, no tiene nada de equitativo. Es introducir ideas propias de la capitalización en un sistema de reparto. Las aportaciones al Sistema han de hacerse, como hasta ahora, básicamente con cuotas calculadas sobre los salarios, pero no hay que cerrar la puerta (como no lo hace el actual art. 86 LGSS) a ingresos procedentes de impuestos, preferiblemente con adscripción finalista a la Seguridad Social, lo que implica no renunciar a un sistema tributario progresivo como quiere la Constitución. Y en el corto plazo la lucha por no reducir los niveles salariales (que es lo que esconden las propuestas tramposas de ligar salarios y productividad) es de vital importancia porque, no solo afecta a las rentas salariales de cada trabajador individual, sino que, dado el sistema de cálculo de la base reguladora de la pensión de jubilación, afectará a la cuantía de esta última y, de paso, a los recursos de la Caja Común del Sistema.

Joaquín Aparicio Catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Publicat a: nuevatribuna.es 14.02.2011

dilluns, 14 de febrer del 2011

Productividad, salarios e inflación en el Pacto de Competitividad Europeo

La actualidad va dejando obsoletos temas, como el Pacto social y económico, sobre los que hace todavía 10 días se concentraban todos los análisis y comentarios. Ahora se ha situado en el primer plano de la actualidad, especialmente coincidiendo con la visita de la Canciller alemana a España, el Pacto de Competitividad europeo y, en especial, la propuesta de desvincular la negociación de los salarios de los incrementos de los precios, demandada, entre otras cosas, por la Sra. Merkel como condición para ampliar el Fondo de rescate de la Unión Europea.
Como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, las orientaciones de la nueva gobernanza europea exigen reformas sociales radicales en el campo de las pensiones, del mercado de trabajo, de la protección por desempleo. Y también de los salarios. En relación con este último punto, se quiere establecer un control preventivo de los incrementos salariales, estableciendo un indicador al respecto. Y se prevé que la Comisaría de Economía y Hacienda pueda dictar orientaciones correctoras al tiempo que se propugna privilegiar los convenios en el ámbito de la empresa.
Ahora, con el proyecto del Pacto de competitividad se concretan dos nuevas medidas. De un lado, la desvinculación de las subidas salariales de la referencia del índice de precios, proponiendo que los salarios evolucionen (aumenten, se congelen o se contraigan) conforme al incremento de la productividad. Y la segunda propuesta que ha emergido – dentro de un conjunto más amplio de medidas – es la de establecer un tope al déficit público en las Constituciones nacionales.
Digamos de pasada que en tal Pacto de competitividad también se plantea aumentar la edad de jubilación de acuerdo con la evolución demográfica. Una demanda que ya se recoge en el pacto de pensiones español con la denominada “cláusula de sostenibilidad”, cuyo contenido supone el establecimiento de un mecanismo de reforma permanente para adecuar/ reformar los parámetros del sistema (edad de jubilación, período de cálculo, etc) conforme aumente la esperanza de vida a los 67 años, de tal manera que la proporcionalidad entre cotizaciones y prestaciones se mantenga en permanente equilibrio. Casi como si fuera un sistema de capitalización.
En términos políticos generales, el Secretario General de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), John Monks, es quien ha dicho más alto y claro lo que le parece el modelo de gobierno económico que se quiere imponer en la UE. En carta dirigida al Comisario Olli Rehn, en relación con la intervención de los representantes de la Comisión Europea en temas de incrementos salariales en Irlanda, con motivo de su plan de rescate, dice Monks que “las propuestas sobre la gobernanza económica de la Unión recuerdan en cierta forma a las disposiciones sobre las reparaciones o castigos del Tratado de Versalles, y reducen a los Estados a un estatuto cuasi colonial”. Monks señala, así mismo, en un comunicado del pasado 4 de febrero, que “en lugar de establecer un tope al endeudamiento en las Constituciones nacionales, sería mejor que los países se inspiraran en el reconocimiento de las negociaciones colectivas y de los interlocutores sociales como sucede en la propia Alemania”. Europa, termina Monks, “corre el riesgo de colisionar con su modelo social y con el principio fundamental de la autonomía de la negociación colectiva”.
Es evidente que la propuesta de no vincular los salarios con la inflación, mediante cláusulas de revisión salarial, pretende rebajar los salarios y aumentar las diferencias salariales.
De entrada, y en términos agregados, la idea de que los salarios aumenten tanto como la productividad suena positiva. En los últimos 25 años los salarios en Europa han crecido la mitad que la productividad y han perdido más de 11 puntos de participación en la distribución funcional de la renta. La propuesta de vincular los salarios a la productividad sería beneficiosa para los trabajadores si, en realidad, se estuviera hablando de salarios reales. El aumento del valor sobre el PIB es la suma de los precios más la productividad. Lo que es importante es saber como evolucionan los costes laborales unitarios reales. De tal manera que si estos crecen es que los salarios reales crecen más que la productividad y por lo tanto la nueva distribución de la renta es favorable a los trabajadores.
Pero la propuesta no está hablando de salarios reales sino de salarios nominales y, por eso, tiene trampa. No está pensada para que los salarios crezcan tanto, o más, que la productividad - que es la única manera de que no pierdan participación en la distribución funcional de la renta - sino para que crezcan menos que el excedente empresarial y pierdan posiciones en el reparto de la tarta nacional.
El resultado concreto que se pretende con la propuesta, como explícitamente lo manifiesta el Banco de España, es que se eliminen las cláusulas de revisión.
El que los salarios crezcan, al menos, tanto como los precios – precios que establecen los empresarios, precios que son los que realmente marcan la competitividad, y de los que los salarios son uno de sus componentes - asegura a los salarios no perder poder adquisitivo. Pese a que luego el excedente se viene distribuyendo en los últimos treinta años a favor de los beneficios y en contra de los salarios.
Desde el Acuerdo Marco Interconfederal de 1980, cuya filosofía emanó en este punto de los Pactos de la Moncloa, en España se produjo un cambio radical en el enfoque de la negociación de los salarios. Con anterioridad al Acuerdo, las reivindicaciones salariales se establecían sumando a la inflación pasada la previsión del incremento de la productividad del sistema. Tras el Acuerdo, los salarios se han venido negociando sobre una previsión de inflación pactada o aceptada, con una cláusula de revisión – que no es automática, sino que tiene que ser pactada en los convenios – y que actúa en el supuesto de que los precios sobrepasen la previsión. Además, se deja abierta la posibilidad de negociar los incrementos de productividad, es decir la diferencia entre lo producido y los costes para producirlo.
Tal sistema ha contribuido a reducir fuertemente la inflación, a mantener la demanda agregada, a pactar vigencias de los convenios más largas y a no individualizar la negociación colectiva. Un cambio de sistema implicaría, en la práctica, volver a negociar sobre inflación pasada y a hacer mucho más ingobernables las relaciones laborales y los incrementos salariales. Una posible consecuencia de ello es que las reivindicaciones salariales se dispararan, arrastradas por los sectores y empresas con mayor capacidad de presión. Otra, de signo contrario, es que nuestros salarios, que ya figuran, en términos reales, entre los más bajos de la UE, se redujeran aún más, como consecuencia de que, al final, todo quedara como ahora pero sin cláusulas de garantía salarial.
Como ya he señalado anteriormente, bajo todo este discurso lo que, en realidad, se pretende es pura y simplemente eliminar las cláusulas de revisión de los salarios.
Hay que decir, de pasada, que no es cierto que España sea un residuo ni el único reducto donde existan cláusulas de garantía salarial. Y menos aún que el nuestro sea una isla entre los países en los que se negocian los salarios en función del índice de precios. Lo que pasa es que en muchos países lo hacen en función de la inflación pasada, con lo que no necesitan cláusula de garantía salarial. Quizá el Banco de España prefiera ese modelo.
Por otra parte, la experiencia demuestra que en nuestro país las empresas son absolutamente reticentes a negociar la productividad. Por la sencilla razón de que ello implica dos cosas: transparencia, es decir, enseñar las tripas de la empresa y, dos, dar un gran poder a los trabajadores en la definición de los factores que influyen en la productividad del trabajo. En el Acuerdo Marco Interconfederal que UGT y CEOE firmaron en 1980, se incluyó un capítulo sobre Productividad en el que se decía que las partes consideran que los principales factores que inciden sobre la productividad son: La política de inversiones; la racionalización de la organización productiva; la mejora tecnológica; La programación empresarial de la producción y la productividad; El clima y la situación de las relaciones laborales; Las condiciones y la calidad de la vida en el trabajo; La política salarial y de incentivación material.
En realidad no se produjo ningún acuerdo sobre productividad, por la sencilla razón de que a las empresas no les interesaba en absoluto que los sindicatos entraran a saber y a debatir sobre tales cuestiones.
Una consideración final. Resulta extremadamente paradójico que, actualmente, la Comisión y el Consejo Europeo pretendan dictar las posiciones de los Estados miembros en materias que, como las pensiones, la política laboral o salarial, no son de la competencia de la UE. Todo ello, sin que, al menos, hubiera una negociación, y si fuera posible un acuerdo, previos con los interlocutores sociales europeos.

José María Zufiaur
Publicat a:
Nueva Tribuna, 11 febrero 2011

dimecres, 9 de febrer del 2011

Estrabisme amb les pensions



La reforma de la Seguretat Social compta amb un ampli acord social i polític però amb menys suport ciutadà. La raó d'això pot estar en com el Govern l'ha justificat i en com ha fixat el marc del debat. Al tornar del Consell Europeu del maig, es va vincular la reforma de la Seguretat Social a la crisi, quan els seus comptes tenen superàvit i un fons de reserva de 64.000 milions d'euros. Per fer mèrits reformistes davant dels mercats i forçar el ritme i la intensitat dels canvis, es van exagerar unes incerteses que, tot i ser certes, eren governables a mitjà termini (2010-2040). I es va recórrer a projeccions parcials i negatives per al 2050-2060, que a tan llarg termini, més que projeccions, són actes de fe.

Aquest plantejament va comptar amb l'ajuda interessada dels que volen substituir l'actual sistema públic per un altre de mixt, en què els sistemes privats de capitalització -fons de pensions- augmentin la seva presència a Espanya. El debat s'ha fet girar simplistament sobre la insostenibilitat del sistema si no s'endarreria la jubilació als 67 anys. El resultat és que, malgrat que la reforma aporta equilibris i millora pel que fa a l'equitat interna, la percepció ciutadana és una altra. A l'espera del text que encara no s'ha aprovat del projecte de llei, podem apuntar-ne alguns dels aspectes rellevants, recordant que l'entrada en vigor de la reforma està prevista per a l'1 de gener del 2013, amb una aplicació transitòria que en uns casos dura 10 anys i en altres arriba al 2027. L'augment de cotitzacions d'alguns règims, per acostar-les als ingressos reals dels cotitzants, suposa afrontar l'anomalia que els assalariats cotitzin una mitjana de 1.700 euros per mes, i els autònoms no arribin a 1.000. Això genera iniquitat, perquè l'esforç més petit dels autònoms es converteix en més solidaritat cap a ells, que en un 41% dels casos perceben pensions amb complement de mínims, quan només un 20% dels assalariats el cobren.

A més a més, aquesta mesura, juntament amb la integració de tots els afiliats en només dos règims amb condicions harmonitzades, la millora de les bases màximes de cotització i l'aportació de l'Estat de 4.000 milions anuals per finançar els complements de mínims, pot millorar els comptes.
La reforma obre pas a una jubilació flexible pròpia d'una societat amb formes de treball que ja no són fordistes i vides laborals que no són clòniques. Amb variables que van dels 15 anys de cotització mínima per accedir a la pensió fins als 38,5 i dels 61 anys d'edat als 67. Amb només 15 anys cotitzats un assalariat es podrà jubilar als 61 si pertany a un col•lectiu que es declari de feina penosa, tòxica o perillosa, o tingui discapacitat.

Els que prolonguin voluntàriament la jubilació més enllà de l'edat ordinària tindran un increment en la pensió en funció de cada any de retard i dels anys cotitzats. Es manté la jubilació anticipada als 61 anys amb coeficient reductor en casos de crisi i s'instaura la voluntària als 63. Es manté la jubilació parcial amb contracte de relleu, encara que se'n desincentiva l'ús amb un augment de les cotitzacions. S'estableix una doble edat ordinària de jubilació: els 65 anys actuals amb 38,5 cotitzats i els 67 anys amb 35 de cotització. Aquest canvi es farà gradualment des del 2013 fins al 2027.

S'introdueix la cotització per a treballadors becaris o amb contractes o programes formatius que avui no cotitzen i el còmput com a cotitzats de nou mesos per a la mare o el pare per naixement o adopció d'un fill si se'n fan càrrec i no cotitzen en aquest període.
L'ampliació progressiva, els pròxims deu anys, del període de càlcul de 15 a 25 anys té conseqüències diferents depenent de la vida laboral de cada persona. Per a carreres amb cotitzacions estables, l'impacte és pràcticament nul. Per a aquells les cotitzacions dels quals hagin crescut els últims anys per sobre de la inflació, es redueixen les seves expectatives de pensió en percentatges que poden arribar al 5%. I per als que estiguin desocupats en l'etapa prèvia a la jubilació, el canvi els millora significativament les pensions.

La gran incertesa és l'impacte en els joves, que no depèn de la Seguretat Social sinó del mercat de treball. Si no es crea ocupació i s'insisteix en la precarietat i a menysprear la formació i la seva retribució, la discriminació dels joves en la feina es reproduirà en la jubilació. Les reformes reduiran el ritme de creixement dels recursos destinats a pensions i, en alguns casos, redueixen les expectatives de pensió. Però també hi ha mesures que minimitzen l'impacte de la reforma i milloren l'equitat per a alguns col•lectius.

No obstant, sembla que la percepció ciutadana no és positiva. I durant els pròxims mesos podria passar com en les enquestes sobre la crisi. Si es pregunta si la reforma retalla drets en general, una majoria pot contestar que sí i aquestes mateixes persones poden contestar a la següent pregunta que a elles no els suposa cap retallada. Aquesta pot ser la conseqüència d'haver estat estràbics políticament durant mesos, amb un ull mirant cap a les bases socials i un altre cap als mercats.
Publicat a. EL PERIÓDICO, Dimecres, 9 de febrer
Joan Coscubiela Professor de Dret Laboral. Facultat de Dret d'ESADE

dimarts, 8 de febrer del 2011

ACORD DE REFORMA DEL SISTEMA DE PENSIONS: ALÈ PER CONTINUAR LLUITANT.

Davant la Reforma Laboral i l'atac al nostre sistema de pensions per part del lobby financer que el pretenia privatitzar i un Govern de l'Estat gairebé sotmès al seu dictat, el nostre sindicat va respondre una vaga general i nombroses mobilitzacions a tot l'Estat. Gràcies als milers de persones que hi varen participar, el partit que sustenta el Govern central va assistir a una davallada important en les seves expectatives de vot davant els propers compromisos. Així les coses, el Govern va plantejar la necessitat d'arribar a negociar un acord social abans d'emprar la via directa parlamentària, com ja va fer en el cas de la Reforma Laboral, per donar pas al diàleg social ...i la pilota va queda penjada en la teulada del nostre sindicat.

Enfront la disjuntiva de acudir o no a la negociació, la resposta sindical no podia ser altra que l'afirmativa: no podem deixar en mans de la patronal la decisió, i més quan  el mateix Govern ja havia anunciat la seva proposta de fer un retall lineal en la despesa de les pensions que afecten als treballadors i treballadores del "Règim General". No accedir al diàleg social  suposava obrir la porta de bat a bat a un model de capitalització obligatòria i individual per cada treballador o treballadora, afavorir els sistemes privats de jubilació, rompre amb el "Pacte de Toledo", introduir la jubilació única als 67 anys, llevar altres modalitats com la jubilació parcial anticipada, etc. Per tant, com a mostra de responsabilitat davant la classe treballadora que, en cas de no emprar la via del diàleg patiria un infern pitjor, iniciarem el procés de diàleg tot i que sabíem que res ens seria fàcil.

Finalment, el resultat de la negociació ha permès...

-          Blindar el sistema públic de repartiment com únic model de pensions, front quins pretenien substituir-lo per un "mixt" amb capitalització obligatòria, on tenen més a perdre els treballadors i treballadores amb una vida laboral més precària.
-          Garantir el paper dels treballadors i les treballadores, a través del sindicats, en el govern de les Pensions, en contra de les pretensions d'una bona part del lobby financer que pretenia minimitzar -o fins i tot eliminar- el paper negociador dels sindicats en el disseny de les reformes socials.
-          Anular la prensió inicial d'una única edat de jubilació als 67 anys per dues edats de jubilació als 65 i als 67 relacionades amb els temps de cotització, segons la determinació de cada treballador i treballadora.
-          Crear una nova regulació del dret a la jubilació basada en la figura de la "jubilació flexible". Així, a partir d'ara, conviuran diferents edats d'accés a la jubilació (de 61 a 67 anys) en funció del temps de cotització i la situació professional de cada treballador o treballadora.
-          Garantir l'accés a la jubilació anticipada als 61 anys als treballadores i les treballadores que han perdut la seva feina  per expedients de regulació,  acomiadaments col·lectius, etc.
-          Ampliar el dret de jubilació anticipada als 63 anys de forma voluntària, sense cap intervenció de l'empresari.
-          Millorar l'accés a coeficients reductors de l'edat de jubilació per a feines especialment penoses, insalubres, perilloses o tòxiques.
-          Mantenir la jubilació parcial, tot i que a partir dels 63 anys i amb 38,5 anys cotitzats.
-          Mantenir el dret a la pensió amb un mínim de 15 anys de cotització. Amb només 15 anys de cotització correspon el 50% de la Base Reguladora i amb 37 anys el 100%.
-          Millorar els períodes reconeguts com a cotitzats en relació a la natalitat. Es reconeix 9 mesos per cada fill fins un màxim de 2 anys, sempre que amb aquest període pugui servir  per arribar als 65 o 67 anys de cotització a l'hora de la jubilació.
-          Ampliar també a 3 anys el període cotitzat per excedència per cura de fills i filles.   
-          Millorar els períodes reconeguts com a cotitzats a joves becaris.
-          Integrar els Règims especials agraris i de treballadores de la llar, tot i que no serà efectiu fins la llei que reguli aquesta integració.
-          Millorar les Bases de Cotització del Règim d'Autònoms.
-          Aturar la pretensió del Govern Central d'ampliar el període de càlcul fins arribar a tota la vida laboral, tot i que passa de 15 als 25 darrers anys cotitzats. 

Respecte a l'argumentació –que sovint s'escolta- que l'ampliació del període de càlcul de cotització de 15 a 25 anys suposarà necessàriament una davallada de la pensió, es necessari recordar que tot  depèn de les situacions personals segons les bases de cotització, la revalorització dels salaris d'acord o no a l'evolució de la inflació, etc. Així, l'ampliació pot donar efectes positius  per a treballadors i treballadores que més han patit regulacions a la baixa del seu salari, pèrdues d'ocupació, etc. Per posar un exemple, en casos on la base de cotització fos d'un punt percentual per davall de la inflació, amb el nou període de càlcul la base reguladora de la seva pensió creixerà en un 5,1% respecte de la fórmula anterior al nou Acord.

A pesar de tot el que queda dit, no ens sentim del tot satisfets amb l'acord signat. A pesar dels avanços aconseguits i de determinats retrocessos puntuals, només hem aconseguit aturar, ara per ara, una màquina compactadora  que volia posar el punt final als nostres drets, drets que varem aconseguir amb molta lluita i fins i tot sang. Potser no ens hem sortit del tot indemnes... però encara estem vius i amb capacitat de continuar lluitant.

7 de febrer 2010.
FE-CCOO Illes Balears.

dilluns, 7 de febrer del 2011

Reino de España: el marco del Acuerdo social y económico y sus límites


Antoni Domènech · G. Buster · Daniel Raventós · · ·


Siete meses después del espectacular giro dado por el gobierno Zapatero en política económica tras la reunión del Ecofin del 9 de mayo de 2010 y menos de cuatro meses después de la Huelga General convocada por los sindicatos obreros mayoritarios españoles contra ese giro, esos mismo sindicatos han llegado, tras un mes de negociaciones aparentemente intensas, a un "Acuerdo social y económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de las pensiones" (véase AQUÍ) firmado el pasado 2 de febrero entre el Gobierno, CC OO y UGT, y las patronales CEOE y CEPYME.

Pacto con (contra)reformas

El acuerdo supone un importante recorte de derechos sociales en el sistema de pensiones públicas, pendiente aún de su tramitación legislativa. La ampliación del régimen general de la seguridad social a los trabajadores autónomos, agrarios y empleados del hogar, las compensaciones limitadas en el período de cómputo para los jóvenes en formación y las mujeres por nacimiento o adopción y las previsiones adelantadas para los trabajos mas penosos, insalubres o peligrosos no rompen ni con la lógica de la reforma neoliberal de la seguridad social y su objetivo de contención del gasto público, ni suponen cambios sustanciales en la sostenibilidad del sistema.

De acuerdo con varios y señalados especialistas como Vicenç Navarro, Antonio Antón o Juan Torres (véase AQUí), cuya línea general de análisis compartimos, el problema central de la sostenibilidad del gasto público, de la que la seguridad social es parte fundamental, queda fuera de este acuerdo, porque no puede resolverse sin una importante reforma fiscal progresista que incremente de manera redistributiva los ingresos fiscales.

La afirmación anterior no ignora la existencia de la variable demográfica, que doblará el número de pensionistas en 2040, ni el aumento de la cuantía de las pensiones previstas con relación a la media actual. Lo que declara es que la forma de abordar el problema en la revisión y reforma del sistema de pensiones no debe hacerse a través del recorte de derechos sociales, redistribuyendo las cargas de manera "flexible" entre distintos sectores de trabajadores, a los que se privilegia o penaliza, frente a la pretensión inicial del Gobierno Zapatero de establecer un criterio único de efectos asimétricos con la extensión de la edad de jubilación a los 67 años. Lo que sostiene es la necesidad de romper con esta lógica de gestión del recorte para plantear abiertamente la necesidad de un cambio progresista que incremente el gasto público, y muy especialmente el gasto social, con el todavía ambicioso objetivo de llegar a la media de la eurozona.

Cuando se habla de "cambio progresista" en este contexto, vale la pena subrayarlo, no se hace referencia a dinámicas de transformación substanciales que pongan siquiera en cuestión el horizonte del orden capitalista, sino a un harto más modesto proceso de modernización que nos sitúe en la media del gasto social de la eurozona. Sin eso, no resultan imaginables en el Reino de España ni un aumento sostenido de la productividad ni un cambio de verdad del modelo productivo actualmente en crisis.

La política de austeridad impuesta a nuestro país –y al conjunto de las economías periféricas europeas— por los actuales rectores de la UE se atraviesa en el camino de esas dos cosas. Subordina la recuperación económica y la vitalidad productiva y creativa del país a la devolución de una gigantesca deuda pública y, sobre todo, privada irresponsablemente contraída en los años del "España va bien" con una banca extranjera que se enriqueció con ella y la concedió de modo todavía más irresponsable. "España iba bien" haciéndose dependiente de las importaciones de los países ricos exportadores de Europa; "España iba bien" financiando la demanda de esas importaciones (el déficit comercial resultante), no con aumentos de la producción y con incrementos del salario real, sino con crédito barato de procedencia extranjera e hinchando una gigantesca burbuja inmobiliaria que retroalimentaba el proceso de endeudamiento privado. Cuando ese verdadero esquema económico-financiero piramidal se hundió como un castillo de naipes en 2008 y trajo consigo, entre otras cosas, un increíble volumen de desempleo, los estabilizadores automáticos obligaron a un incremento acelerado de la deuda pública. Una deuda pública cada vez más difícil de financiar y refinanciar en las condiciones actuales del euro (pérdida de la soberanía monetaria) y de la política de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo (pérdida de la soberanía fiscal), y que convirtió a nuestro país (como a Grecia, Irlanda y Portugal) en presa predilecta de ataques especulativos perpetrados por tiburones rentistas que operan a sus anchas en determinados mercados financieros internacionales tan opacos como desregulados (por señalado ejemplo, los mercados swaps de derivados financieros de impagos crediticios).

Así pues, en estas circunstancias, se levantan para la política económica y social española claras "líneas rojas". El objetivo de las cuales es volver a aminorar el gasto público por debajo del 35% del PIB, reducir la ya baja presión fiscal sobre las rentas del capital y hacer pesar sobre los salarios la recuperación de beneficios y rentas especulativas. En este marco, la revisión quinquenal prevista del Pacto de Toledo ha dado paso a unas "reformas" que no producen instrumentos inmediatos para crear empleo o luchar contra la actual crisis económica, pero que pretenden enviar un sonoro mensaje a los "mercados". Contra lo que ignorantemente se dice en la prensa, esos "mercados" son por naturaleza, además de caprichosos, sordos. Pero no lo son personajes de carne y hueso y de gran peso político, como el señor Botín o Angela Merkel, que han sabido alabar inmediatamente el paso dado, en el que ven la posibilidad de comenzar a alterar profunda, estructuralmente, la correlación de fuerzas entre las clases en un horizonte tan a largo plazo como el dibujado para 2040.

El texto de las 36 páginas del Acuerdo merece una atenta lectura. Los argumentarios distribuidos por los sindicatos (La resolucion de CC OO, en http://www.ccoo.es/comunes/temp/recursos/1/771719.doc. La Gaceta Sindical en http://www.ccoo.es/csccoo/menu.do?Inicio:115476) subrayan su carácter declarativo y limitan el núcleo funcional del pacto a aquellas materias que posteriormente sean legisladas. Pero, desgraciadamente y más allá de los elementos funcionales del pacto, la firma de CC OO y UGT se ha estampado en un documento, cuya narrativa y cuya lógica explicativa de la crisis y de las medidas necesarias para superarla es de matriz socioliberal. Y aunque esa lógica es ilusoria en lo tocante a la dinámica de las fuerzas económicas y sociales en juego, el matiz expresivo no es del todo irrelevante, políticamente hablando: la importancia que confiere el prólogo al diálogo social como mecanismo de gestión del existente conflicto de clases lo diferencia netamente de los llamamientos de los sectores más neoliberales –como el Grupo de los 100 economistas, la dirección del Banco de España y un sector del propio Gobierno Zapatero-, resumibles en la consigna: "más vale reformas sin pacto, que pacto sin reformas" [1].

Ha habido "pacto con (contra)reformas". Eso invita a comprender el perfil del campo de fuerzas sociales y políticas en que ha tenido lugar la negociación, a conjeturar los escenarios alternativos y a tantear distintas hipótesis sobre la continuación de la resistencia en un conflicto social que, huelga decirlo, no sólo no termina aquí, sino que se agravará y ahondará.

Las limitaciones de la acción sindical y la táctica del mal menor

En su conocida polémica con Bernstein, Rosa Luxemburgo [2] reflexionó bajo la monarquía guillermina sobre las limitaciones estructurales de la acción sindical en su "esfuerzo por regular la explotación capitalista como se haga necesario según la situación momentánea del mercado mundial", especialmente en las fases de crisis cíclica, en las que "se ciñe imperativamente a la simple defensa de las ventajas ya obtenidas, y aun esto ha llegado a ser cada vez más difícil".

De eso hace ahora 112 años. Y se puede recordar que, dos décadas más tarde, a comienzos de los años 30, cuando los sindicatos obreros alemanes eran mucho más fuertes que a comienzos de siglo y pesaban mucho más en una vida política, social y económica ya republicana, no consiguieron imponer el formidable programa de reactivación de la coyuntura económica y de lucha contra el paro redactado por su economista en jefe, el "keynesiano" avant la lettre Wladimir Woytinsky. Un programa que, de haberse impuesto a los miopes economistas ortodoxos de la socialdemocracia alemana (y del Partido Comunista) de la época, habría posiblemente evitado el golpe de Estado financiado por la gran banca y la gran industria que llevó poco después a Hitler al poder poniendo fin a la democracia de Weimar.

En junio de 1931, en el preámbulo al documento que los historiadores del pensamiento económico y social consideran ahora una obra maestra como programa político-económico de animación de la coyuntura y decidida lucha contra el desempleo obrero, Woytinsky dejó escrito este testimonio, que ahora reconocemos tan trágico desde una perspectiva histórica como amedrentantemente pertinente para la actual situación:

"Las organizaciones obreras que confían en las fuerzas autocorrectoras del orden económico capitalista se exponen al peligro de desangrarse lentamente. Desde hace tiempo se halla el mundo trabajador en Alemania en una difícil lucha defensiva: cuanto más honda va haciéndose la crisis, tanto más desfavorables son las condiciones de esa lucha. Las organizaciones obreras han perdido la libertad de maniobra, no pueden elegir ni el momento ni la circunstancia de la pugna con el enemigo. Se ven obligadas a emprender la lucha cuando y donde acomoda al otro contendiente. Finalmente, a los sindicatos y a la socialdemocracia no les queda otra táctica que la del mal menor... Y la táctica del mal menor se transforma paulatinamente en la táctica del plazo cada vez más perentorio.

"Hasta ahora les ha sido posible al partido socialdemócrata y a los sindicatos mantener su aparato . Pero ¿qué les espera a ellos y al conjunto de la clase obrera alemana, a todo el pueblo alemán, si siguen moviéndose en idéntica dirección a la que se han movido en los últimos 12 meses, si no pueden presentar una perspectiva cercana de mejoramiento de la situación económica? Nunca como ahora han sido tan necesarias medidas programáticamente conscientes, profundas, de reanimación de la economía . El movimiento obrero necesita un programa político-económico de acción que muestre a los trabajadores y al resto de capas populares que la socialdemocracia y los sindicatos vislumbran una vía de salida del presente marasmo económico. Hasta ahora no tenemos sino una lista de reivindicaciones sociales que tratamos de exigir lo mejor que podemos y sabemos. Tenemos una posición determinada aquí y allá en cuestiones sueltas de política económica. ¡Pero no tenemos un programa!" [3]

Sin programa en este sentido fuerte y concreto reclamado por Woytinsky se halla también la izquierda social y política española (y europea), y por lo pronto, las direcciones sindicales.

Y eso en un contexto social caracterizado por una rápida erosión en los últimos meses de los logros de la Huelga General del 29 de septiembre: escasa participación en –y escaso eco de— la movilización del 15 y el 18 de diciembre, un miedo social profundo y creciente a las consecuencias de la crisis (con un desempleo superior al 20%, un atroz desempleo juvenil superior al 40% y una precariedad laboral del 33%), así como un insuficiente impacto del sindicalismo nacionalista o alternativo fuera de Euskadi, como puso de relieve la convocatoria de su huelga general el pasado 27 de enero. La credibilidad de la amenaza de una nueva huelga general convocada por CC OO y UGT que tuviera unas proporciones semejantes a las del 29-S, era, por decir lo menos, limitada. Las direcciones de ambos sindicatos mayoritarios han intentado abrir la negociación con el Gobierno y con la patronal, presentando su resultado como un logro más o menos modesto dimanante de la Huelga General del 29-S, y manteniendo y extendiendo al mismo tiempo una movilización de sus cuadros dirigida a las empresas y a los sectores públicos mediante la iniciativa legislativa popular contra la reforma laboral.

En el terreno político, el desplome electoral del PSOE, consecuencia directa de su giro neoliberal de mayo, y su crisis de liderazgo –convertida ya en gresca sucesoria interna—, sumados a la falta de una alternativa política real a su izquierda capaz de construir un nuevo proyecto mínimamente creíble y articulado programáticamente, han terminado por hacer del pánico a una victoria electoral del PP en 2012 el sentido común resignado de las clases trabajadoras. CC OO y UGT han ido a esta negociación a contrarrestar la presión de la derecha social y económica, que exigía del Gobierno Zapatero una reforma radical del Pacto de Toledo en el sentido de abrir puertas a un sistema de capitalización y a la privatización de la seguridad social, al orillamiento de los sindicatos como agentes sociales públicamente reconocidos y a la liquidación de cualquier negociación colectiva mínimamente digna de ese nombre.

Lo que CC OO y UGT han conseguido a través del Acuerdo es reafirmar ante todo su propio papel como representantes de los trabajadores y mitigar moderadamente el impacto del recorte de las pensiones y de la extensión de la edad de jubilación hasta los 67 años, compensando parcialmente su devastador efecto (también simbólico) en algunos sectores de trabajadores especialmente perjudicados, manteniendo las ayudas a los parados sin subsidios y estableciendo ciertas líneas rojas (momentáneas: que nadie se engañe) en el proceso de socavamiento de la negociación colectiva por la vía de evitar la desarticulación completa del actual modelo de convenios sectoriales generales a favor de la negociación de empresa o individual, como ocurre ya en buena parte de la UE. Eso y sólo eso explica el apoyo del grueso de los cuadros sindicales medios a sus direcciones, prácticamente unánime en el caso de UGT y holgadamente mayoritario en el de CC OO.

Dos cosas son, sin embargo, cristalinamente claras.

Primero: nada de lo acordado pone mínimamente en cuestión el tramposo esquema conceptual desde el que las elites neoliberales afrontan la "reforma" del sistema de pensiones públicas.

Segundo: aunque es humanamente comprensible, lo cierto es que las direcciones sindicales mayoritarias no han logrado presentar el Acuerdo Social conseguido como aquello que, en el mejor y más halagüeño de los casos, podría tal vez considerarse: un pequeño alto en el camino, una pausa reponedora de fuerzas; es decir, un acuerdo de circunstancias forzado por una dinámica política, económica y social poco o nada favorable, pero un acuerdo, al fin y al cabo, que pudiera servir para acumular más fuerza, para cargarse de más razones, para ganar y hacer ganar consciencia de la situación, para ilustrar a la población trabajadora, para estimular el crecimiento y la capilaridad de la movilización social, y en definitiva, para aprestarse mejor a una lucha que –nadie puede ya llamarse a engaño a estas alturas— será larga y en la que, a todas luces, y hoy por hoy, vamos más perdiendo que ganando.

Y esas dos cosas cristalinamente claras explican las reticencias y las críticas más o menos educadas del entero arco de la izquierda política real, incluida la parlamentaria –IU, ICV, ERC y BNG—, así como las de los sindicatos nacionalistas, los cuales consideran, entre otras cosas, que sólo en un marco de relaciones laborales propio pueden asumir plenamente su papel de representación de los trabajadores de sus respectivas realidades nacionales.

Si el lúcido socialdemócrata Woytinsky advirtió, como hubo ocasión de ver, contra la autodestructiva "táctica del mal menor", el lúcido comunista Gramsci dejó dicho lo mismo por la misma época y en circunstancias regresivas análogas a las presentes:

"El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla."

¿Balón de oxígeno para el gobierno Zapatero?


A nadie se le oculta que para el gobierno Zapatero, y a despecho de la enconada resistencia del sector neoliberal más extremista del mismo, la firma de los Acuerdos tiene un valor táctico nada despreciable: el de ganar tiempo para tratar de recuperar su maltrecha base social blandiendo el miedo al PP con la nueva credibilidad que pretendidamente le ofrecería la fotogénica escenificación de un "diálogo social" a pesar de todo compatible con la sumisión a los "mercados", a las instancias rectoras neoliberales de la UE y a los pesos pesados de la derecha económica española. En suma: el de evitar in extremis la consumación de su suicidio político sin dejar de poner empeño en las contrarreformas neoliberales exigidas. El "balón de oxígeno" que le suponen los Acuerdos es un efecto colateral independiente, según el secretario confederal de CC OO; pero responde también, según las encuestas, a la propia percepción de la situación política por la mayoría de los trabajadores y a las circunstancias de su limitada movilización.

Las direcciones de CC OO y UGT han oscilado en la apreciación del carácter táctico de los Acuerdos. En cualquier caso, no han dejado de declarar abiertamente que el conflicto sobre la reforma laboral sigue abierto y que pretenden continuar robusteciendo la propia posición a través de la movilización y de la campaña por la iniciativa legislativa popular.

Más les vale. Más nos vale a todos. Porque las líneas rojas que han conseguido trazar en materia de negociación colectiva, o incluso en la mitigación de los efectos de la extensión de la edad de jubilación a los 67, andan muy lejos de ser indelebles. Ni cabe engañarse –ya quedó dicho— con la ilusoria retórica de los "mercados calmables": no es imposible, sino todo lo contrario, que en unos meses, o en unas semanas, regresen los ataques especulativos contra la deuda soberana española, lo que redundará en nuevas presiones de la UE y de la derecha económica y de sus "expertos" académicos y mediáticos para seguir "avanzando" por la senda del recorte de derechos sociales. Ni está lejos de ser imposible, sino todo lo contrario, que el PP reabra todos los frentes conflictivos en caso de obtener una amplia mayoría o aun una mayoría absoluta en las elecciones del 2012.

Una condición necesaria, que no suficiente, de que los cambios estructurales propiciados por el desarrollo de la crisis económica no degeneren en alteraciones substanciales de la relación de fuerzas sociales y se traduzcan en ataques políticos profundos y exitosos contra los derechos sociales y laborales conquistados es la explicación realista y veraz, no propagandística ni ilusoria, del alcance de los Acuerdos y de su circunstancia. Sin engaño ni autoengaño. Y una resuelta voluntad de duradera movilización de los trabajadores, de fortalecimiento de sus estructuras sindicales, de articulación programática y de entendimiento fecundo con toda la izquierda social y política, y señaladamente con la que goza de presencia en las instituciones legislativas democráticas.

Por volver a las viejas pero no envejecidas enseñanzas de Rosa Luxemburgo: la cabal comprensión de los límites de la acción sindical, en especial en fases de crisis cíclicas, no puede implicar resignación autojustificativa en la lucha por la regulación política de la explotación capitalista. Al contrario: la única forma de superar esos límites es extender la lucha de clases del ámbito sindical al político, construyendo a través de la resistencia y de la movilización una alternativa a la catastrófica salida de la crisis gestionada por las elites rectoras y aplaudida por sus peritos en legitimación. La ausencia de esa alternativa política de izquierda programáticamente articulada es el problema central en toda la UE, como pone de relieve cualquier balance de las múltiples movilizaciones de resistencia popular que han tenido lugar en la inmensa mayoría de los países europeos desde 2007.

El resultado de los Acuerdos hace más urgente aún si cabe recordar esa vieja lección. Porque los sindicatos no serán capaces de ofrecer verdadera resistencia, con la mera acción sindical, a la avalancha de contrarreformas neoliberales que se nos viene encima.


NOTAS: (1) En este sentido ver Javier Andrés, Samuel Bentolila, Juan José Dolado y Luis Garicano "Ante el pacto social: mejor reformas sin pacto que pacto sin reformas" (EP 21/01/2011), http://www.elpais.com/articulo/espana/pacto/social/mejor/reformas/pacto/pacto/reformas/elpepiesp/20110121elpepinac_4/Tes . (2) Rosa Luxemburgo, Reforma o Revolución, en especial el capítulo III "la progresión al socialismo a través de las reformas sociales". http://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf (3) El programa redactado por Wladimir Woytinsky en junio de 1931 –¡cinco años antes de la publicación de la Teoría General de Keynes!— puede verse en internet: „Aktive Konjunkturpolitik" in der Weltwirtschaftskrise. Ya en el exilio –tras una escala en Ginebra como economista funcionario de la Organización Internacional del Trabajo, terminó en EEUU, como estadístico en jefe del New Deal de Roosevelt— dejó escrito en 1935 este lapidario juicio social sobre el final de la República de Weimar: "Una sociedad que no logra generar posibilidades de trabajo para una gran mayoría de sus miembros destruye su derecho a existir, y aun si consiguiera mantener ese derecho, perdería la capacidad para defenderse de las fuerzas disgregadoras internas y externas." (Citado por Gabriele Liebig, "Wladimir Woytinsky: Der Ökonom, der aus der Kälte kam", en Freitag, 13 marzo, 2009.)

divendres, 4 de febrer del 2011

LAS PENSIONES Y SU REFORMA



Existen distintos puntos de vista a la hora de analizar la reforma de las pensiones que va a realizarse. Uno de ellos es mirando hacia atrás. Otro, mirando hacia delante. Si se mira hacia atrás, esto es, si se compara lo que todavía tenemos con lo que tendremos cuando la reforma esté totalmente aplicada, se llegará a la conclusión que el retroceso en los derechos de los trabajadores es, en verdad, notable. Pero si se mira hacia delante y se tienen en cuenta algunos datos como, por ejemplo, el proceso de envejecimiento de la población, entonces la conclusión será que para la salvaguarda del sistema público y de reparto propio de nuestro modelo son necesarias las reformas, algunas de ellas escoradas hacia la dirección de las que se están abriendo camino.
Ahora bien, la principal crítica que cabría hacer es que la urgencia que el Gobierno ha impuesto al proceso y a su intensidad poco tiene que ver con la situación actual y a plazo medio de nuestro sistema de pensiones. Ha sido su irresponsabilidad a la hora de tomar conciencia y enfrentar la magnitud y los efectos de la crisis económica una de las principales causas por las que nuestro país ha quedado a merced de los especuladores que dominan los “mercados”, y ha impulsado a Zapatero a propiciar una panoplia de reformas más propias de quienes en Europa están empeñados en “tiburonear” el modelo social existente y su Estado de Bienestar que de una fuerza política de la izquierda.

España gasta un 6,5% de su PIB en lo que en Europa se llama función vejez (pensiones de jubilación básicamente). Italia nos dobla -13,1 por 100- y Austria, Suecia y Francia superan el 11 por 100. La media de la UE-15 esta algo por encima del 10%. Por otra parte, el porcentaje de mayores de 65 lo tenemos hoy un punto por debajo de la UE y somos el país donde el Estado menos aporta a la financiación de este tipo de pensiones. Tenemos, además, el sistema más saneado de Europa, como pone de manifiesto la existencia de un Fondo de Reserva de alrededor de setenta mil millones de euros. Sirvan estos datos para ilustrar que las prisas del Gobierno poco o nada tenían que ver con la situación del sistema de pensiones. Con menos prisas, con cadencias más acompasadas, contemplando de forma más integral los problemas que de cara al futuro debe afrontar nuestro sistema –el del nivel de empleo y su calidad es fundamental-, es seguro que el resultado hubiera sido más atractivo.

En todo caso, habida cuenta de la fruición con que el Gobierno y su Presidente han abrazado reformas laborales y sociales históricamente propias de la derecha, debemos agradecer a los sindicatos que su intervención haya evitado males mayores.
Julián Ariza
Publicat a Sistema Digital (setmana 31 gener - 6 febrer 2011)

dimecres, 2 de febrer del 2011

Sindicatos, democracia y acuerdos sociales

Publicat a El País, 02.02.2011
En los últimos tiempos hemos asistido en algunos medios a una permanente crítica y deslegitimación del papel de las organizaciones sindicales, incluso pretendiendo negarles su papel de interlocutores esenciales y marginarlos de la gestión de la salida de la crisis.

El reciente acuerdo sobre pensiones y otras materias nos permite hacer algunas reflexiones en torno a estas posiciones. La primera pasa por un recordatorio: el papel de interlocución de los sindicatos no es una creación artificial, sino que responde a la configuración misma de nuestro sistema constitucional, reconocido expresamente en el artículo 7 de la Constitución, el cual se revalida constantemente con procesos electorales en los que las grandes confederaciones sindicales (CC OO y UGT) vienen sistemáticamente obteniendo un muy alto respaldo de los trabajadores y trabajadoras.
En segundo lugar, este acuerdo demuestra la responsabilidad de las organizaciones sindicales en la gestión de la crisis. Los sindicatos no se han mostrado ajenos a los problemas sociales y económicos del país, no se han negado a la posibilidad de diálogo y debate, pero tampoco han abandonado en ningún momento su papel esencial de defensa de los intereses de la clase trabajadora, y en especial de aquellos colectivos más necesitados de protección social.
Esta actitud es la que ha permitido un acuerdo que aborda y puede aportar una solución responsable y suficiente a los problemas planteados, pero también un cambio en la dirección de la reforma, pasando de una actuación unilateral a una reforma pactada que atiende mejor a todas las situaciones.
Por ello, este acuerdo y la consecuente actuación sindical atendiendo a esa doble perspectiva, tan compleja de simultanear (solución a los problemas generales y defensa de los intereses de los trabajadores), legitima aún más a las organizaciones sindicales y demuestra que se trata de entidades responsables, que viven atentas a la realidad y que trabajan en beneficio de toda la sociedad.

En última instancia, evidencia la utilidad y necesidad de algo que ha caracterizado el sistema social europeo y la práctica de nuestro Estado: la importancia de la negociación -bilateral (asociaciones empresariales-sindicatos) y tripartita (con participación del Gobierno)- y la conveniencia -e incluso necesidad- de que las reformas sean consensuadas y, por tanto, se mantenga y profundice la práctica de la concertación social que tan útil se ha demostrado.
Finalmente, una vez más, queda claro el esencial papel de las organizaciones sindicales, así como el acierto constitucional al atribuirles un esencial papel de interlocutores sociales.
Carlos L. Alfonso es catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad de Valencia; Wilfredo Sanguineti es profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca; Francisco Trillo es profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca.

¿Quién teme a los Convenios Colectivos?

COL·LECTIU TREBALL I IGUALTAT * Introducción.
Después de la reforma laboral con el abaratamiento y la facilidad para el despido de los trabajadores y de la anunciada reforma del sistema de pensiones para retrasar la edad de jubilación de 65 a 67 años, la tercera pata del ansia neoliberal para empeorar las cosas es la de entrar a saco en los convenios.

Los acuerdos de 1997.
El "Acuerdo para la estabilidad del empleo y la negociación colectiva" suscrito entre el primer Gobierno del PP y los sindicatos UGT y CCOO pretendía, entre otras cuestiones, ordenar el mapa de los convenios tanto sectorial como territorialmente.
Hemos de reconocer que, trece años más tarde, dichas intenciones siguen siendo, en gran parte, una asignatura pendiente pues ni se ha aclarado lo suficiente el panorama en los diferentes ámbitos ni se ha avanzado en la articulación de la negociación en la empresa dentro del correspondiente sector productivo. Sí se consiguió cerrar el mapa de los acuerdos marco estatales sustitutorios de la ordenanzas de trabajo de la dictadura.

La situación en Balears.
El mapa de la negociación colectiva en nuestra comunidad autónoma es de los más razonables dentro del conjunto de España; en efecto, los cuatro grandes sectores (hostelería-restauración, comercio, construcción-obra pública y transportes), que agrupan la mayoría de empresas y trabajadores, han conocido, a lo largo del tiempo, una estabilidad notable, perturbada, quizás, por el interés de los supermercados en escapar del ámbito sectorial y territorial balear, centrándose en el de las empresas respectivas.
En nuestra opinión, las aportaciones del sindicalismo de Balears al conjunto siempre han sido interesantes, pudiéndose afirmar que la regulación del trabajo fijo discontinuo no sólo en el texto convencional sino en la adaptación al ciclo económico estacional, su relación con el turismo social y el coeficiente multiplicador a efectos de las pensiones de jubilación de esos trabajadores, han tenido y tienen general aprecio en el ámbito de las relaciones laborales.

La necesidad de los convenios colectivos.
Nuestro país, en sus distintas comunidades autónomas, ha ido evolucionando hacia un predominio absoluto de la pequeña empresa; no obstante, la representación de dicha realidad, tanto laboral como empresarial, que determina las mesas negociadoras, sigue obedeciendo a la influencia de la mediana y gran empresa (a partir de los 50 trabajadores). Por lo tanto, es necesario abrir el campo de juego hacia esta evidencia, reformando, si fuera preciso, el derecho de estar representados los trabajadores y las empresas que tengan entre tres y diez empleados, que en Balears son la inmensa mayoría. Tantas veces se ha reformado el Estatuto de los Trabajadores para mal, que otra vez más que posibilitara la participación amplia no estaría de sobra.
Frente a quienes piensan, interesadamente, que la relación laboral y el contrato de trabajo son una cuestión "individual" empresa-trabajador, nosotros hemos defendido a lo largo de 30 años y seguimos defendiendo que el convenio colectivo constituye una herramienta imprescindible para mantener y aumentar la democracia en el campo social, que ha sido y es un instrumento fundamental que permite la competencia leal entre las empresas al fijar unos precios mínimos del factor trabajo para todas y, en una situación de crisis, un dique frente a la extensión de la economía sumergida, que tanto daño hace a todos los niveles.
En los tiempos que vivimos, nos sentimos obligados a reivindicar la permanencia del Estado social y de derecho y, en esta dirección, el carácter normativo del convenio colectivo, su vigencia hasta la sustitución por otro convenio y su prevalencia a la decisión empresarial unilateral en la jerarquía normativa, siguen siendo aspectos sustanciales de nuestra convivencia en un marco de economía social de mercado.
Reformar el marco legal de la negociación colectiva requiere también, en nuestra opinión, repensar el método de la representatividad sindical y reforzar el poder negociador del sindicato en la empresa en general y en la pequeña en particular; es decir, para que el convenio colectivo siga siendo un elemento renovado de cohesión social y el ámbito idóneo para pactar –y practicar– la llamada flexibilidad interna frente a la externa vía despido fácil y barato y empleo precario, se precisan sindicatos más fuertes y con mayor dotación de medios. Por lo tanto, hay que caminar en dirección contraria a lo que se pretende desde ámbito "turboliberales" que, no nos engañemos, no es otra cosa que reconvertir en irrelevante el rol de la representación sindical en la fijación del coste laboral y de las condiciones de trabajo.

Conclusión.
Pero está claro que ni nuestra economía ni nuestra sociedad son las mismas que eran en 1978 o en 1990 y también la negociación colectiva debe adaptarse a dichas realidades. Algunas ideas al respecto:
A) Establecer pautas claras para la articulación de la negociación en la empresa con lo dispuesto en los respectivos convenios sectoriales.
B) Concretar un nuevo mapa de la negociación colectiva, estableciendo un número mínimo de trabajadores en el ámbito de aplicación del convenio sectorial, para sí garantizar una real dinámica de negociación desterrando de raíz los casos de imposición empresarial.
C) Creación de una comisión consultiva de la negociación colectiva en la CAIB, con la participación de los agentes sociales más representativos, para impulsar la racionalización de los ámbitos y el enriquecimiento de contenidos en los convenios.
En cualquier caso, nada sería peor que un cambio impuesto en las reglas de juego para la negociación de los convenios colectivos. En este caso está en juego la consolidación y profundización de la democracia.

* Colectivo formado per Pedro Calvo Manteca, Rafael Borràs Ensenyat, Jaime Bueno Pardo, Joan Llobera Bennassar, José Luis Reina Segura
y Miguel Ángel Mayorga


Publicat al Diario de Mallorca el 2/2/11

dimarts, 1 de febrer del 2011

De la imposició a l'acord mitjançant la pressió

DEL BLOC D'EN JOAN CARLES GALLEGO (31.01.2011)


El preacord de pensions que s’ha aconseguit és sens dubte un acte important que no deixa indiferent, que permet valoracions favorables i crítiques ferotges. Com en tot, depèn de la posició de cadascú, de l’anàlisi del context, de la valoració de la pròpia força, dels objectius que t’has marcat, de l’estratègia de futur que tinguis, de les alternatives que dibuixis. Depèn també de saber quin era l’inici i on ets ara i com hi has arribat.

Fa un any que el debat de la reforma de les pensions forma part de la confrontació social. El gener del 2010, el govern va comunicar a Brussel·les la proposta, feta unilateralment i sense cap negociació, d’allargar l’edat legal de jubilació als 67 anys de forma obligatòria i general. Això va generar un ampli rebuig social a la mesura amb accions de protesta, la primera la manifestació del 23 de febrer i la darrera el 18 de desembre, on el lema “67 ni de conya” expressava gràficament el rebuig a les propostes del Govern. Ara, un any després, tenim un preacord de Govern, sindicats i empresaris.

El Govern finalment s’ha vist forçat a negociar per acordar una reforma més equilibrada. Sense la vaga general del 29 de setembre el Govern no s’hagués assegut a negociar la seva proposta inicial i difícilment sense la pressió sostinguda dels sindicats, l’amenaça d’una nova confrontació social, el Govern hagués anat variant les seves posicions. Algú haurà de revisar les declaracions que diuen que les vagues són inútils, que les manifestacions són pèrdues de temps o que els sindicats no serveixen per a res. Per què si no es reobre la negociació? Per què el Govern canvia la posició inicial d’edat legal obligatòria i general de jubilació als 67 anys? Per què s'accepta la formulació flexible de 63 a 67, mantenint els drets a pensió màxima en 65 anys amb 38,5 cotitzats?

Cal llegir l’acord per conèixer-ne els continguts i els equilibris assolits. Si la premissa inicial era que la reforma era necessària, atesa la realitat demogràfica del país, el que calia era definir clarament els objectius: mantenir un sistema públic de pensions que garanteixi pensions dignes per a tothom, que aquestes tinguin relació amb l’esforç contributiu de les persones al llarg de la seva vida i que es puguin cobrar durant més anys, ja que se suposa que podrem viure més. Ara de la lectura de l’acord hem de valorar si s’assoleix l’objectiu o no.

L’acord parla de jubilació ordinària, anticipada, de prejubilacions i jubilació parcial, dels períodes de maternitat i de formació i qualificació de joves, de treballs penosos i perillosos, d’escales de càlcul i de buits de cotització, d’incentius pel retard voluntari de la jubilació i de penalitzacions per l’avenç. D’aquelles situacions concretes que afecten a tothom d’una o altra manera. Però no l’hem de valorar només pels efectes que hi intuïm en un o altra cas personal, sinó en la lògica de la solidaritat entre generacions, de la contributivitat i de la sostenibilitat.

Valoro el preacord positivament. Puc entendre que hi hagi veus crítiques, ja que una reforma del sistema de pensions introdueix canvis que en alguns casos poden tenir efectes negatius. Però l’acord limita de manera clara les principals retallades de la proposta inicial del govern. Garanteix la pervivència del sistema públic de pensions amb dret a pensió digna quan et jubiles, barrant el pas als grups de pressió financers que volien imposar el model mixt públic-privat de pensions públiques mínimes (que justifiquen baixar cotitzacions) que es complementin obligatòriament amb plans de pensions privats (que deixen grans beneficis a les entitats financeres). Però també perquè manté el dret a jubilar-se als 65 anys amb la pensió màxima, augmentant la vida laboral a 38,5 anys, sí, però introduint mecanismes correctius per a joves que es qualifiquin, dones i treballs perillosos i penosos. I perquè actua també sobre els ingressos del sistema, bases de cotització, integració de règims, assumpció de despeses no contributives pels pressupostos de l’estat, i no només sobre la despesa. La reforma, però, introdueix canvis que poden tenir efectes diferents segons els casos personals a l’hora de calcular la pensió, en especial en allargar el període de càlcul dels actuals 15 als 20 i 25 anys, una mesura que pot introduir alguna minoració en el càlcul de qui té carreres laborals ascendents i pot millorar el càlcul a qui els darrers anys és acomiadat o acumula treballs més precaris.

Però cap acord de pensions, cap reforma d'aquest acord, ni l’actual sistema, garanteixen pensió digna a una edat justa, si els treballadors i treballadores no tenim vides laborals estables i continuades, en condicions laborals dignes i saludables. El problema a solucionar és de reactivació econòmica i de mercat de treball, crear ocupació en quantitat i qualitat. Per això ara hem de garantir el dret a la negociació col·lectiva (consolidar el paper del conveni sectorial i la seva eficàcia general i ampliar els drets de participació i intervenció sindical per abordar la flexibilitat pactada a l’empresa i incloure els treballadors i treballadores de les petites empreses) i continuar exigint la reversibilitat dels aspectes més inútils i injustos de la reforma laboral imposada l’estiu passat per tal de millorar la vida laboral, l’accés, la permanència i la qualitat del treball.

Ells saben de que va el joc. Ho sabem nosaltres?

La relevancia europea de la “vía Marchionne” para la contrarreforma laboral
Álvaro Rein a sinpermiso


http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/rein.pdf


Bona lectura !